“Mirar la realidad cara a cara, no buscar la línea
de menor resistencia, llamar a las cosas por su nombre, decir la verdad a
las masas por amarga que ella sea, no temer a los obstáculos, ser fiel
en las pequeñas y en las grandes cosas, ser audaz cuando llegue la hora
de la acción…”
León Trotsky
I. INTRODUCCIÓN
A dos meses del fallecimiento del
Comandante Chávez el ritmo político en la Venezuela Bolivariana es de
vértigo. La descripción del cuadro actual no es de simple coyuntura.
Están dispuestas fuerzas sociales irreconciliables cuya tendencia es al
choque y el resultado de esa confrontación determinará el carácter de la
nueva etapa abierta en el país por la desaparición física del
Comandante. El mínimo margen en la elección presidencial del 14 de
abril, que ganó Nicolás Maduro con los votos de Chávez, es el emergente
de un mar de fondo que anuncia que los tiempos de la definición han
llegado.
El impulso del desabastecimiento, la especulación y la
carestía es la táctica actual, de estos días, de una oposición que
salió fortalecida y con un liderazgo más consolidado de la disputa
electoral, aunque seguramente serán profundizadas por otras. Una
oposición que tiene diferencias, pero que está unida frente a la enorme
oportunidad que siente le ha llegado de recuperar el control directo
sobre el gobierno y el Estado, oportunidad que le brinda la ausencia
forzada de un liderazgo de estatura continental.
Los errores
políticos, la actitud conciliadora y la vacilación del nuevo gobierno
para tomar medidas ejemplares en este terreno, de lo cual la reunión con
Lorenzo Mendoza y Polar es el último ejemplo, dan aire a la ofensiva
política de la oposición encarnada en las denuncias de fraude con que
sus emisarios recorren el mundo. Y estos errores también confunden y
desarman políticamente al pueblo bolivariano. El no reconocimiento de
Maduro por parte de Estados Unidos y las agresivas declaraciones de
Obama agregan una fuerte cuota de chantaje.
Otra vez como en los
años 2002 y principios de 2003, se juega en la Venezuela Bolivariana,
además de nuestro propio proceso, una parte importante del destino de
Nuestra América. Pero la historia nunca se repite. Esta vez es más
difícil para nosotros. Y muy probablemente adquirirá formas muy
distintas.
Es más difícil porque tenemos que enfrentar los
ataques pérfidos de una oposición cínica y criminal que construye su
apoyo popular con un discurso engañoso que busca dialogar y muchas veces
lo logra, con la dura realidad que sufre el pueblo más humilde. Pero
también porque al mismo tiempo estamos retrasados en construir un nuevo
liderazgo, que esta vez, necesariamente deberá ser colectivo, que ayude a
desatar y orientar la colosal movilización popular que necesitamos para
ir por el Golpe de Timón que pidió Chávez.
Sin esto último, la
sensación de falta de gobierno que hoy se extiende puede dar paso al
derrumbe. Son momentos en los que se juega la supervivencia de un sueño.
El debate sobre como salvar ese sueño está planteado y los tiempos son
cortos. Queramos o no llegó la hora de dar pasos contra el capital y la
burocracia o perder las conquistas alcanzadas y con ellas este capítulo
histórico del proceso emancipador.
II. LA AUSENCIA DE CHÁVEZ Y EL VACÍO EN EL SISTEMA POLÍTICO DEL PROCESO BOLIVARIANO
No hubo tiempo todavía de procesar la enorme manifestación de amor y
dolor popular que provocaron los funerales de Chávez, casi se podría
decir que no lo hubo tampoco para iniciar el duelo. Y menos hubo
voluntad política para debatir seriamente y en profundidad el cambio
enorme que la ausencia del Comandante significa para la Revolución
Bolivariana. Es imprescindible hacerlo. Si no nos ubicamos en la
realidad de esta pérdida seguiremos desorientados, combatiendo contra
sombras chinescas que nos muestran figuras falsas en la pared y que
ocultan la realidad.
El liderazgo del Comandante Chávez se
construyó en más de dos décadas de duras batallas políticas y sociales.
Comenzó como una fuerte resistencia al neoliberalismo dominante que
impulsaban los gobiernos de América Latina. Se puede decir que su
liderazgo surge a contracorriente de la tendencia mundial de la época.
Montado en el volcán latinoamericano que resistía el saqueo. Fueron más
de 20 años de lucha de clases intensa que continúa. Con avances y
retrocesos con aciertos y errores. Años en los que intentó adaptar a la
realidad de finales del Siglo XX y principios del Siglo XXI el proyecto
histórico bolivariano y que comprendió que el bolivarianismo de este
siglo es socialismo. La historia le dará el lugar que los pueblos
humillados de nuestro continente y parte del mundo oprimido ya le han
dado. Pero hoy y ahora, en este momento de crisis, de vacío del sistema
político de la Revolución Bolivariana, tenemos que sacar lecciones de
urgencia.
1.- Reconocer el vacío. Es imprescindible
valorar en toda su dimensión el impacto de la ausencia del Comandante
Chávez. La simple reproducción electoral, al estilo liberal burgués, de
dirigentes chavistas al frente de instituciones que mantienen el ADN de
la IV República es la concha vacía del legado de Chávez. Si no
comprendemos que seguimos frente a un Estado Burgués garante de los
privilegios de las oligarquías locales y transnacionales y las
burocracias que los administran, estaremos en un acelerado camino de
perder el proceso.
La Hoja de Ruta diseñada por Chávez: La
Constitución, los Planes de Desarrollo de la Nación, las Leyes
Habilitantes, han perdido el motor que les daba vida y dinamismo. El
Hiperliderazgo que en otro momento cuestionamos, creemos que
correctamente, frente a la ausencia de dirección colectiva, tenía como
lado positivo que era el eje de resolución de las brutales
contradicciones que se expresan dentro del propio chavismo y defendía un
proyecto emancipador candorosamente gradual y “pacifico”. Chávez
articulaba, equilibraba y distribuía el juego entre grupos con
aspiraciones de poder que hoy se han quedado sin árbitro. Desatándose,
más allá de la voluntad de los actores, una disputa por la hegemonía
dentro del chavismo y entre las expresiones políticas de las clases
principales que actúan en el país.
2.- Los dos pilares.
Chávez siempre actuó consciente de que su liderazgo era un pilar del
proceso, pero que el otro pilar fundamental era el pueblo bolivariano,
civil y militar. Montado sobre un auge monumental de movilización del
pueblo bolivariano, intentó conducirlo a un proceso de reformas
importantes y graduales, que apuntaban a la independencia nacional y a
una distribución más equitativa de la renta petrolera (“un novedoso
estado de bienestar”, según Javier Biardeau). Pero para destrabar las
tremendas contradicciones sociales desatadas en la disputa por la
apropiación de la renta, apeló en alguno de esos momentos a la
movilización popular. Y aunque es un hecho que la principal movilización
fue la respuesta autónoma y espontánea (sin dirección oficial) de un
pueblo heroico frente al golpe de abril de 2002, la conexión, la
comunión de su liderazgo con el pueblo bolivariano se daba
fundamentalmente en las calles.
Quizás la Batalla de Santa Inés
en 2004 sea el ejemplo de movilización electoral más audaz. Hermosa
muestra de participación y creatividad política de este pueblo. Y la
recuperación de la Industria Petrolera en 2003, o la revisión del
acuerdo con Néstor Kirchner de no tocar los capitales de la trasnacional
“Techint- Ternium” en el país, cuando nacionalizó SIDOR, cediendo al
reclamo del pueblo de Guayana, sean los ejemplos más claros en el
terreno de la lucha directa. Cómo sea, con marchas y contramarchas,
cabalgando más que impulsando el auge de la movilización, Chávez
interpretó necesidades y deseos del pueblo bolivariano movilizado.
3.- Proceso Constituyente.
La Revolución Bolivariana es esencialmente una revolución democrática,
una revolución política, distinta de la categoría de Revolución
Democrática en el sentido anti feudal, que definieron los clásicos del
marxismo. Una revolución en proceso que tiene dos momentos de
resolución: En primer lugar la convocatoria, debate, sanción y
refrendación de la Constitución de la V República, como expresión de
parte de las transformaciones que exigía el pueblo pobre desde el
Caracazo y los planteos insurreccionales del 4 de febrero y el 27 de
noviembre de 1992. En segundo lugar la rebelión popular de Abril de 2002
y la derrota del Paro Patronal y el Sabotaje Petrolero, que derrotaron
con la acción directa una contrarrevolución en toda la línea. Una
revolución que hoy enfrenta la encrucijada de avanzar hacia medidas
anticapitalistas o agotarse en un camino de parálisis que abra paso a
las contrarreformas que busca la oligarquía.
Los momentos más
bonitos del proceso Bolivariano fueron aquellos en los que, según
Vladimir Acosta, todo parecía una sinfonía de debate masivo y
movilización popular, un desorden que tenía su lógica interna en la
participación directa de los que hasta entonces habían sido
invisibilizados. Cuando el Poder Constituyente, el poder del pueblo
movilizado, se encontraba construyendo el proceso en común con su
liderazgo. Ya sea combatiendo la contrarrevolución en las calles o la
reacción en los proceso electorales. En este proceso constituyente es
donde se consolida la estatura del liderazgo de Chávez.
Pero la
confiscación del protagonismo del pueblo bolivariano, después de las
victorias contra el ala más contrarrevolucionaria de la dirección
política de la oligarquía criolla en el 2002, 2003 y 2004, abrió paso al
surgimiento, desarrollo y protagonismo como actor importante de un
hecho objetivo de deformación del proceso, a la burocracia de estado y
su hija bastarda, la boliburguesía. Esta burocracia fue construyendo
intereses propios a base de la conquista y defensa de privilegios
insultantes a los ojos del pueblo bolivariano. Identificó como su
principal obstáculo al poder constituyente, al pueblo movilizado y
participativo. Y así la movilización autónoma o “espontánea” ha
comenzado a transformarse en participación administrada y controlada
desde arriba.
El florecimiento de organizaciones del poder
popular como los primeros consejos comunales, las mesas técnicas de
agua, eléctricas y salud o más recientemente las mesas de trabajo del
control obrero en las industrias básicas, para mencionar sólo algunas de
las centenares de organizaciones que eran el germen de un nuevo poder,
el poder con el cual concretar la participación protagónica, comenzó a
ser corrompida o convertida en apéndice clientelar de la voluntad de los
que encabezan las instituciones, o los jefes de los grupos de poder,
que intentan vaciarlas de contenido o simplemente desmantelarlas. Las
Comunas, bueno, lo dijo Chávez, en eso no se avanzo casi nada.
El fracaso de la nueva organización sindical y la inoculación de los
viejos métodos burocráticos en una parte de los dirigentes sindicales
combativos, surgidos en los primeros tiempos del proceso, los alejaron
del clasismo para convertirlos en una burocracia sindical que obtiene
sus privilegios de la participación directa o indirecta en la
administración de las empresas públicas e instituciones del Estado sin
control de la base trabajadora, o del manejo arbitrario y cerrado de los
contratos colectivos en las empresas privadas, un sector de ellos
inclusive saltó la talanquera.
Sin embargo, hay muchos hechos
que demuestran las reservas que contiene el proceso revolucionario y
cómo, frente a la activación de la movilización popular o sectores de
ella, impulsada por sus liderazgos naturales, incluidos muchos
sindicalistas que han resistido la burocratización y, los síntomas de
malestar creciente por el maltrato burocrático, Chávez era sensible a
las señales y compensaba parcialmente el rumbo. Algunos de estos hechos
son: La nacionalización de SIDOR, los reclamos de las 3R y las 3R2,
el proceso de activación del pueblo bolivariano en su última campaña
electoral para el 7 de octubre, y el alerta sobre los errores, la
exigencia de autocrítica y la defensa de la crítica realizada en su
última reunión de ministros que quedó registrada en el Golpe de Timón.
4.- Debilidades estructurales.
El proceso revolucionario iniciado con el Caracazo hirió de muerte al
régimen de alternancia bipartidista del pacto de Punto Fijo. La agonía
de este régimen que se extendió por casi 9 años quedó consumada con las
elecciones presidenciales de 1998 y las constituyentes de 1999.
Acción Democrática y Copei, con sus estructuras territoriales, su
influencia clientelar en los movimientos sindicales, comunales,
juveniles, deportivos y sociales y su política neoliberal, se
desplomaron. Los viejos partidos de las clases dominantes se dividieron y
vaciaron de militancia, surgieron nuevos grupos más gerenciales que
políticos.
Pero la V república no pudo construir un nuevo
sistema de partidos. La vieja izquierda no quiso, no pudo o no supo
romper con su sectarismo organizacional y su oportunismo político.
Mientras que el liderazgo de Chávez problematizó la construcción de
nuevos partidos enérgicos y vitales de la revolución bolivariana.
El último intento en este sentido, el PSUV, entusiasmó en su fundación a
fines del 2007 a un gran sector de la militancia revolucionaria. Esta
construyó miles de batallones de centenares de militantes, donde hubo
por un tiempo breve, espacio para el debate, la crítica y la elaboración
colectiva, aunque fuese limitada al área local. En su Congreso
Fundacional a pesar de las grandes limitaciones burocráticas, la
izquierda del partido pudo constatar una fuerza del 25% de los delegados
que para un partido de millones de inscritos representaba una corriente
radical de al menos varias decenas de miles de militantes.
Pero
se impusieron las limitaciones que significaban el secuestro desde
arriba por parte de los dirigentes de las instituciones del Estado de la
dirección del partido, la reestructuración y reparto entre los grupos
de poder de los organismos regionales y la desarticulación de los
batallones y de toda instancia orgánica que tuviera rasgos democráticos
de base, todo esto dicho con sus honrosas excepciones regionales o
locales. Este vaciamiento convirtió al que podría haber sido el primer
gran partido de la Revolución Bolivariana y un ejemplo de partido del
siglo XXI, en un apéndice del Estado que sólo funciona como correa de
transmisión de las órdenes del gobierno y como maquinaria electorera.
Así, a menos de 6 años de fundado, el PSUV no entusiasma, no atrae
militantes sino que los repele y tampoco está cumpliendo eficientemente
su función de aparato electoral. Solo puede seguir contando por millones
sus inscritos entre los que hay, a decir verdad, no pocos arribistas y
buscadores de puestos.
La inexistencia o debilidad de partidos
revolucionarios que impulsaran el debate, elaboración de propuestas,
crítica, y control de la acción de gobierno, se ha convertido en una de
las claves de la despolitización del pueblo bolivariano, o mejor dicho:
de la incapacidad de la dirección de empalmar con la disposición
revolucionaria del pueblo bolivariano, lo que llevó al partido a una
actividad rutinaria y electorera. Una dirección del partido que es al
mismo tiempo la dirección del gobierno y que obliga a cumplir órdenes en
vez de debatir políticas. Este hecho era parcialmente compensado por
Chávez con sus iniciativas, su “Aló Presidente” y sus condiciones de
extraordinario comunicador.
Si se quiere recuperar el PSUV de la
época de su lanzamiento, es necesaria una revolución al interior del
mismo para romper con los vicios, deformaciones y degeneraciones
clientelares que hoy tiene. Similar proceso de asimilación al Estado y
despolitización, aceitado por el método de clientela y cooptación,
vienen sufriendo una parte de las direcciones sindicales y del
movimiento popular.
III. LA POLÍTICA DE LA OPOSICIÓN: DESCONOCER EL RESULTADO ELECTORAL Y BUSCAR EL DESGASTE ACELERADO Y DERRUMBE DEL GOBIERNO
El resultado electoral obtenido por la Mesa de la Unidad y su candidato
Capriles el 14 de abril pasado es el punto más alto de una tendencia
creciente desde el 2006. Luego del aplastante fracaso del intento
contrarrevolucionario del golpe de abril y el Paro Sabotaje, dos líneas
de pensamiento fundamentales se desarrollaron al interior de la
oposición. Una, hoy minoritaria, pero con fuerte influencia en la
táctica actual, que sostenía que había que preparar un nuevo intento
contrarrevolucionario y que el fracaso de los realizados se debía a
errores propios en la preparación y desarrollo de aquellas acciones, más
que a la fortaleza del proceso bolivariano, esta línea todavía logró
imponerse frente a las elecciones legislativas de 2005 y llevó a la no
participación electoral de la oposición. Otra, que comprendió la
potencia del liderazgo de Chávez y el pueblo bolivariano, y que decidió
un camino de recuperación electoral, reestructuración de sus partidos y
reconstrucción de sus tradicionales redes clientelares en la base
popular que supieron tener durante la IV República. Esta línea fue
alentada por los errores y la burocratización del proceso bolivariano
que ponía en cuestión la base social del chavismo y tuvo el
acompañamiento, y consejo del imperio y la socialdemocracia
internacional.
La oposición se fue fortaleciendo hasta el 7 de
octubre del 2012 y tomo un nuevo impulso en febrero de 2013 después de
una breve crisis. En el camino que eligieron, avanzaron en la
reconstrucción de sus partidos, se unieron como les fue conveniente en
los distintos eventos electorales en los que cada vez obtenían mejor
resultado. Lograron importantes éxitos al conseguir el triunfo en el
referéndum por la reforma en 2007 después de haber perdido las
presidenciales del 2006, obtuvieron varias gobernaciones en 2009 y un
gran número de diputados en 2010. Y se prepararon desde entonces para
disputarle la presidencia a Chávez en 2012.
La derrota
contundente de octubre y luego en diciembre abrió un fuerte debate en el
seno de los partidos de la oposición. Revisaron sus errores de octubre y
diciembre y los corrigieron, profundizaron un discurso populista,
copiaron símbolos chavistas descaradamente, se presentaron más unidos
que nunca en una sola tarjeta electoral y se organizaron tras la
estrategia de no reconocer el triunfo de Maduro.
Sin embargo,
esto solo no hubiera alcanzado si no se hubieran desarrollado los graves
errores que el gobierno sin Chávez cometió desde que el Comandante tuvo
que partir a su última operación. La no respuesta al desabastecimiento
que fue en crecimiento desde noviembre, la carestía desatada, la
especulación y por último la devaluación innecesaria que se sancionó el 8
de febrero, que en el pueblo chavista recuperó la dinámica de
cuestionamiento a la burocracia del gobierno y el partido, la gota que
colmó el vaso fue la farandulización de una campaña electoral vacía de
contenido político revolucionario por parte del comando de campaña del
proceso. Estos hechos le dieron a la oposición la base para entusiasmar a
sus votantes que estaban desmoralizados y disputar un espacio entre los
que en octubre habían votado por Chávez.
La combinación de
revisión de los propios fallos y los graves errores del gobierno dio un
resultado electoral que facilitó su línea estratégica: denuncia de
fraude, desconocimiento del resultado y no reconocimiento de Maduro.
Esta línea es la consigna de la unidad de la oposición. Y con ella
mantienen una ofensiva política desde el mismo 14 de abril a la noche.
Ellos comprenden lo esencial del nuevo momento político, que la ausencia
de Chávez al que nunca pudieron vencer, es la oportunidad de oro para
recuperar el gobierno y eso los mantiene unidos.
Las tácticas
que utilizan son variables en función de esta estrategia. Cacerolazos y
atentados criminales y asesinatos en los primeros días, campaña
mediática constante sobre los errores reales o inventados del gobierno.
Giras internacionales para buscar apoyos fundamentalmente en países
imperialistas o en personalidades influyentes de la derecha de nuestro
continente. Agudización, por su capacidad económica, del
desabastecimiento, la especulación y la carestía. Campañas políticas y
de lucha por justas reivindicaciones sociales, frente a las que el
gobierno es sordo, etc. Campañas que les permiten mantener la iniciativa
y marcar la agenda política del país.
Mientras tanto el
gobierno de Maduro busca seducir a un sector de la oposición económica,
con nombramientos ministeriales que les son simpáticos, con mesas de
trabajo, otorgamiento de divisas, concesiones económicas, como
recientemente el aumento oficial de precios de productos regulados de
primera necesidad. La última reunión, realizada con el grupo Polar, es
un error grave no solo político y económico sino comunicacional. Pero el
gobierno sigue sin tomar medidas ejemplares para resolver los problemas
de la población, continúa en un proceso de desgaste y roces internos
que van en crecimiento. Con lo que a pesar de su hiperactividad, el
gobierno da una fuerte sensación de desorientación e ingobernabilidad.
En medio de la unidad que alcanzaron, los partidos y dirigentes de la
oposición, continúan las diferencias y los matices, pero no hay que
confundirse. Hasta que no se los quiebre con una movilización
contundente, activando al poder constituyente y se termine con la
impunidad de la que gozan, se mantendrán unidos. Está equivocado el
gobierno si pretende seducir a algunos para dividir sus fuerzas. Los
debates en los que se encuentran son en función de, cómo asegurar y a
qué precio, el derrumbe del gobierno y la derrota del proceso y su
preparación para lo que ven que con muchas posibilidades ocurra:
recuperar el gobierno después de 14 años y avanzar con contrarreformas o
de manera contrarrevolucionaria si es el caso, en el desmantelamiento
de la Republica Bolivariana de Venezuela. Por eso el centro de su
política es continuar el desgaste y vaciar de base social al gobierno.
Ellos creen como afirmó uno de sus más lucidos analistas que: El
chavismo sin Chávez está preparado hoy para enfrentar y derrotar un
golpe, pero no está preparado para recuperar ni retener su base social.
Esto no significa necesariamente que tengan que esperar al Revocatorio
para intentar salir de Maduro, si los tiempos se aceleran la historia
mostró que hay muchas maneras de cambio de gobierno sin necesidad de
golpe de Estado sangriento.
V. MALESTAR Y DESORIENTACIÓN EN LA BASE SOCIAL DEL CHAVISMO
Tanto el resultado electoral como las medidas que viene tomando el
gobierno primero como gobierno sin Chávez y en las últimas 3 semanas
como gobierno del presidente electo han provocado un enorme malestar
entre el Pueblo Bolivariano. La incapacidad para resolver de manera
revolucionaria el acaparamiento, la especulación y la carestía, han
llevado a un extremo de confusión y mal humor a la base social popular
del proceso.
La devaluación para seguir entregándole dólares a
la burguesía, cuando se han descubierto conteiners en los puertos
cargados con chatarra o piedras. El descubrimiento de depósitos
abarrotados de productos sin que haya ningún acaparador preso. La
ausencia y muchas veces corrupción de organismos estatales encargados de
controlar el abastecimiento y los precios, sin ninguna sanción. La
falta de productos de primera necesidad a precios regulados en los
supermercados que son encontrados en sitios de venta ambulante al triple
de su precio o a punto de cruzar la frontera en maniobras de
contrabando. Panaderías que no venden pan, farmacias en las que no hay
medicamentos esenciales como antibióticos, etcétera. Una inflación que
duplicó la del mes anterior y que es casi cuatro veces más que la del
mismo mes del año anterior. Además de colas interminables o kilómetros
recorridos para encontrar los bienes esenciales.
Eso afirma la
sensación de un gobierno desorientado para resolver los problemas. La
búsqueda de acuerdo con los empresarios privados en reuniones que son
más para ceder a sus chantajes que negociaciones desde una posición de
autoridad, sin nunca convocar a los trabajadores o a los sectores del
pueblo que podrían ayudar a solucionar los problemas profundizan esa
sensación. Todo esto sumado a una racionalización aguda de la
electricidad con ciudades y regiones del país que tienen apenas algunas
horas en el día de energía eléctrica, y un sinfín de problemas
cotidianos que complican en extremo la vida de la población, explican la
acumulación de un malestar creciente entre el pueblo chavista que es el
que más sufre la situación.
En estas condiciones se está
creando un escenario social de irritación que alimenta la confusión. Al
mismo tiempo se están preparando las condiciones para el desarrollo de
una tendencia a la evaporación del apoyo al gobierno. Revertir esta
tendencia, recuperar la confianza del pueblo llano, es la principal
tarea de los actuales dirigentes del gobierno y del proceso. Y esto sólo
podrá hacerse con medidas revolucionarias.
VI. CÓMO RECUPERAR LA OFENSIVA POLÍTICA Y CONSTRUIR LA DIRECCIÓN QUE NECESITA LA REVOLUCIÓN
El 8 de diciembre de 2012, en el que resultó su último discurso, el
Comandante Chávez, pidió que frente a cualquier situación sobrevenida,
se convocará a elecciones, que nuestro candidato fuera Nicolás Maduro y
que este debía gobernar siempre junto al pueblo y con el pueblo. El
vertiginoso ritmo de la situación política en el país nos llevó del
dolor de la pérdida a una campaña electoral fulminante. El pueblo
bolivariano cumplió con el pedido de Chávez y logró convertir en
presidente a Maduro. Pero esa elección no resolvió el problema
fundamental que a la revolución le trajo el fallecimiento de su líder:
Cómo construir la dirección del Proceso Bolivariano sin el que fue el
eje absoluto del sistema político. Porque hay que decirlo de una vez:
Maduro es el presidente electo del país, pero ni él ni ninguno de los
dirigentes chavista del gobierno es, ni puede ser Chávez, ni, por lo
tanto, dirigir y gobernar como lo hacía Chávez.
Para poder
frenar la tendencia de desilusión e irritación en el pueblo bolivariano y
enfrentar seriamente la política cínica y criminal de la oposición, son
necesarias acciones políticas radicales en el sentido de recuperar las
claves del pilar fundamental que tiene la revolución en pie, ahora sin
la presencia física del Comandante Chávez: el pueblo bolivariano, civil y
militar:
1.- Desatar la movilización participativa y protagónica del pueblo bolivariano en Proceso Constituyente. La
iniciativa del gobierno de calle se está convirtiendo lamentablemente
en un espectáculo mediático. Perdiendo una enorme oportunidad para
desatar la fuerza enorme que tiene el proceso revolucionario y que hoy
está dormida, anestesiada y desorientada: el pueblo bolivariano. El
lanzamiento de un verdadero Proceso Constituyentes en áreas como el
trabajo y el modelo productivo, la des mercantilización de la salud, la
soberanía nacional, en temas como el crédito y el comercio
internacional, el Plan Nacional de Desarrollo, y muchos otros, es
imprescindible. Este Proceso Constituyente debe acompañar de manera
permanente la acción de gobierno en todo el próximo periodo, con
críticas, elaboración de propuestas y funciones de control y
anticorrupción. Este proceso logrará el efecto movilizador que no logra
un gobierno de calle administrado, con la presencia del Presidente y los
ministros pero con personas seleccionadas previamente en gran medida
entre la militancia administrada por las instituciones o el partido.
En este proceso hay que incorporar activamente también al pueblo
bolivariano militar. Es un hecho que si hoy no hay posibilidades
inmediatas de un golpe de estado contrarrevolucionario es en gran medida
gracias a la existencia en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana de un
sector mayoritario de comandos bolivarianos, chavistas,
antiimperialistas y como gustan decir los compatriotas militares,
socialistas.
Para desatar todo este proceso contamos con un
insumo fundamental que puede orientar, el último documento escrito
directamente por nuestro Comandante Chávez en su máquina de escribir:
“Proceso Constituyente para la Elaboración del Segundo Plan Socialista
de Desarrollo de la Nación 2013-2019”. Este documento, poco difundido, y
ahora silenciado, acompañó al Programa de la Patria como metodología de
democracia participativa para construir con el pueblo ese plan de
desarrollo en Proceso Constituyente. Y fue presentado por orden de
Chávez en noviembre de 2012 por un grupo de ministros encabezados por el
entonces Vicepresidente Maduro.
De esta manera, abriendo las
compuertas de la creatividad y la energía revolucionaria de nuestro
pueblo es que recuperaremos la iniciativa política y mas que un gobierno
de calle, llevaremos la calle, el pueblo, los trabajadores, los
jóvenes, los indígenas, las mujeres revolucionarias al gobierno, a
debatir, resolver y con sus organizaciones nacionales construir junto al
actual liderazgo el rumbo revolucionario.
2.- Instalar un
gran debate nacional sobre las medidas de urgencia necesarias para
revertir la actual crisis de acaparamiento, especulación y carestía. El
primer paso para poner a rodar el Poder Constituyente es la
organización de un gran debate nacional en cada empresa, privada o
estatal, en cada institución, en cada plaza, en cada comunidad, en cada
establecimiento educativo, convocado con asambleas donde debatamos y
decidamos sobre medidas prácticas para resolver el acaparamiento, la
especulación, la carestía y los ingresos y salarios de las familias que
viven únicamente de su trabajo.
Una semana donde se realicen
decenas de miles de asambleas multitudinarias, donde se lean las
propuestas que hagan las fuerzas de la revolución, las del partido, las
fuerzas del polo patriótico y otras plataformas políticas y sociales,
darle tiempo suficiente al debate de base en esas asambleas y luego de
una votación sistematizar las conclusiones y propuestas.
Con
esta participación popular activa pondremos en pie una fuerza capaz de
frenar la tendencia a la desmoralización y la desconfianza que hoy
predomina y entonces sí, llamar luego a una mesa de orden al sector
privado donde comprendan que sus bienes están en riesgo si siguen los
ataques económicos al pueblo bolivariano.
3.- Facilitar la
construcción del instrumento o de los instrumentos políticos que den
claridad de rumbo al pueblo bolivariano y profundizar el legado de
Chávez. El otro gran problema actual del proceso es la orfandad
política del pueblo revolucionario. No es cierto como dicen algunos
sectores de la dirigencia del partido o del gobierno que nuestro pueblo
no tiene conciencia revolucionaria o que los más de 600.000 votos de
Chávez que votaron por Capriles son desagradecidos. La verdad es que la
burocratización del partido, el maltrato, el ordeno y mando, el tareísmo
y la militancia administrada como única forma de participación
política, ha dejado sin orientación política al pueblo bolivariano, al
no empalmar con su disposición revolucionaria . Es necesario desatar la
creatividad política, empoderar a la militancia, escuchar todas las
voces por más diversas que sean, escuchar con respeto las criticas y las
propuestas.
Una revolución como la nuestra no puede ni debe
tener un solo partido de la revolución. Hay que facilitar la creación de
agrupaciones, instrumentos políticos y corrientes que dinamicen con sus
propuestas, debates y movilizaciones al Poder Constituyente. Para ello
hay que garantizar que los medios públicos, radiales, televisivos,
electrónicos y escritos, den espacios a cada corriente política de la
revolución, para que se desarrolle un libre debate de ideas de cara al
pueblo trabajador. Hoy no se trata solo de romper el cerco mediático que
la oposición le pone al gobierno elegido el 14 de abril. Hay que romper
nuestro propio cerco mediático, abrir nuestros medios al libre debate y
circulación de ideas de las distintas corrientes revolucionarias, esto
le dará a nuestro pueblo movilizado en Proceso Constituyente, una
fortaleza indestructible.
4.- Activar el espíritu revolucionario del Pueblo Bolivariano. Hubo
oportunidades desde el Caracazo que el proceso iniciado con la revuelta
popular de febrero del 89 parecía perdido después de los miles de
asesinatos. Lo mismo sucedió con el 4 de febrero y el 27 de noviembre de
1992. Igual el 11 de abril con el secuestro del Comandante Chávez. Sin
embargo ocurrieron hechos que parecían imposibles.
La
liquidación del gobierno de Carlos Andrés Pérez, el triunfo electoral de
Chávez en el 98, la revolución democrática espontanea con un pueblo
heroico bajando de los cerros el 13 de Abril, la lucha de meses por el
Contrato Colectivo de SIDOR que alcanzó un triunfo completo y que
incluyó la nacionalización de la empresa haciendo cambiar un acuerdo
internacional al presidente Chávez para cumplir con el pueblo de
Guayana. La monumental concentración del 4 de octubre con Chávez bajo la
lluvia despidiéndose de millones de corazones, que lo llevó al último
triunfo electoral contundente del 7 de Octubre. Son hechos, entre muchos
otros, que no estaban en los cálculos de la burocracia ni del capital.
Lo que sucede es que los protagonistas anónimos de la Revolución
Bolivariana, el pueblo que lucha, es un actor que siente su papel en la
historia. Un pueblo que construyó el triunfo de la Revolución junto a
Chávez, con enormes dosis de esfuerzo, entrega y heroísmo. Ese pueblo
está allí dispuesto a ponerse en movimiento. Tenemos que encontrar la
diana que lo llame nuevamente a combate. Animar su voluntad de lucha.
Activar su compromiso histórico. Interpretar y estimular su disposición
revolucionaria. Ellos, los protagonistas de esos hechos están dispuestos
a la pelea y con ellos nuevas generaciones están preparadas para
relevar a los cansados. Es nuestro deber, para cumplir y profundizar el
legado de Chávez, ayudar a poner en pie al otro gigante de la
Revolución: el Pueblo Bolivariano. Esta es la hora crucial para desatar
la fuerza colosal de este pueblo. Estamos a tiempo. Así podremos salvar
la revolución.