viernes, 24 de febrero de 2023

 

La creciente presencia militar de la OTAN en América Latina y el Caribe 


 

Fuentes: Rebelión En los tiempos que corren, se ha hecho usual hablar de la expansión de la OTAN “hacia el este de Europa”, lo cual siendo efectivo, es un concepto reduccionista. 
 

Lo cierto es que desde el fin del mundo bipolar, Estados Unidos, sintiéndose dueño del mundo, ha usado a la OTAN para expandirse por todo el planeta. Pruebas de ello son la firma del Tratado AUKUS (Australia, Reino Unidos y Estados Unidos), la creación del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (QUAD) formado por Australia, India, Japón y Estados Unidos y la Alianza de inteligencia de los Cinco Ojos (Estados Unidos, Reino Unidos, Canadá, Nueva Zelanda y Australia) como instrumentos de expansión militar de la OTAN en Asia y Oceanía.

Otro tanto ocurre en América Latina y el Caribe, en la que Estados Unidos está iniciando un agresivo plan de expansión a lo largo de todas las latitudes y longitudes de la región. En tres entregas, queremos aportar algunos datos que permiten confirmar la anterior aseveración

A finales del año pasado Estados Unidos tenía instaladas 12 bases militares en Panamá, 12 en Puerto Rico, 9 en Colombia, 8 en Perú, 3 en Honduras, 2 en Paraguay, así mismo hay instalaciones de este tipo en Aruba, Costa Rica, El Salvador, Cuba (Guantánamo), y Perú entre otros países, al mismo tiempo en que orienta su búsqueda para el cubrimiento total de la superficie terrestre y marítima de la región. 


 

En las aguas territoriales argentinas y en las islas Malvinas, que fueron usurpadas por el Reino Unido, hay presencia de la OTAN integrada en un sistema formado por bases en las islas de Ascensión, Santa Elena y Tristán da Acuña que “resguarda” todo el Atlántico desde el norte hasta la zona antártica.

Según un informe del Departamento de Defensa de Estados Unidos citado por el portal venezolano Misión Verdad desde mayo del año 2022 Reino Unido está conformando un “triángulo estratégico de control” del extremo sur de Sudamérica. Mientras que al sur de Malvinas, operan submarinos nucleares. Además que “Francia y Estados Unidos organizan regularmente maniobras militares conjuntas en la región”.

Durante los últimos años, y sobre todo después de la llegada de la generala Laura Richardson a la jefatura del Comando Sur de las fuerzas armadas de Estados Unidos en octubre de 2021 los niveles de agresividad injerencista de Washington en la región se han incrementado ostensiblemente. Esto coincidió con el arribo al poder de Joe Biden quien ha implementado una activa política de sustitución del tradicional (y natural) protagonismo del Departamento de Estado en la actividad diplomática que comenzó a ser ocupada por el Pentágono, el Consejo de Seguridad Nacional y hasta por la CIA. Cada vez es mayor el número de funcionarios provenientes de estas instancias que ocupan puestos de embajador en América Latina y el Caribe. 


 

La estrategia de Estados Unidos está encaminada a fortalecer su presencia en la región. En perspectiva, han cobrado particular importancia el Atlántico Sur dada su cercanía a la Antártida que está regulada por un tratado que fenece en 1941, el Amazonas principal reserva de oxígeno y biodiversidad del planeta y la triple frontera donde se encuentra el acuífero guaraní, mayor reservorio de agua del mundo.

Esto es lo que da sentido a los intentos de Estados Unidos de reinstalar la guerra fría en la región, esta vez en contra de China y Rusia. Esta lógica explica la decisión de instar a seis países latinoamericanos a donar su equipamiento militar ruso a Ucrania, excluyendo -por supuesto- de esta solicitud a Cuba, Nicaragua y Venezuela. Richardson advirtió que después de China, Rusia es el adversario número dos de Estados Unidos en la región, recalcando el gran valor estratégico de la misma para su país.

La generala estadounidense ha denominado a China como “actor estatal maligno” después que 21 de los 31 países de la región se han adherido a la iniciativa china de la Franja y la Ruta, al mismo tiempo que se ha incrementado la inversión de Beijing en infraestructuras críticas como puertos de aguas profundas, la investigación espacial o las telecomunicaciones, con las redes 5G y la empresa Huawei.

Richardson ha resaltado el papel “protector“ que va a ejercer Estados Unidos sobre la región porque ser buenos vecinos pasa por “cuidar el uno al otro” lo cual “obliga” a Washington a hacerse cargo de luchar contra las redes de delincuencia organizada que se dedican a la trata de personas, el contrabando de droga, la tala no reglamentada y la minería ilegal y especialmente “porque es una región rica en recursos y tierras raras, con el llamado Triángulo del Litio que posee el 60% de las reservas mundiales (en Argentina, Bolivia y Chile) un metal muy necesario para la tecnología”. 


 

De la misma manera, Richardson ha dicho que a Estados Unidos le interesa el petróleo (dadas las grandes reservas encontradas en Guyana y las mayores del mundo existentes en Venezuela) así como el cobre y el oro de la región, Igualmente es preocupación de Estados Unidos que el oxígeno y el 31% de agua dulce de la Tierra se encuentra en el Amazonas. Por todo esto –según ella- se debe mantener alejada a China que se ha convertido en principal socio comercial de varios países de la región.

Esta lógica se inserta en la Estrategia de “disuasión integrada” de Estados Unidos, una modalidad renovada de la Doctrina de Seguridad Nacional que se propone agrupar bajo conducción del Pentágono “todas las capacidades tanto civiles como militares de gobiernos, empresas, sociedad civil y academia de Estados Unidos y de todos sus aliados”.

En la XV Conferencia de ministros de defensa de las Américas realizada en Brasil en julio de 2022, el secretario de Defensa, Lloyd Austin presentó esta estrategia a sus pares de la región. Dos meses después, en septiembre, Richardson insistió con ella ante 14 jefes militares en la Conferencia de Defensa de América del Sur.

 


El interés de Estados Unidos tiene una perspectiva regional que se sustenta en la necesidad de su control desde que hace 200 años cuando fue enunciada la Doctrina Monroe. Pero en la perspectiva global, las fuerzas armadas latinoamericanas constituyen un potencial combativo que no puede ser desestimado. En 2018, Brasil contaba con 334 mil militares activos, Colombia con 200 mil y Argentina con 51 mil. La OTAN cuenta con 3,5 millones de activos entre personal militar y civil. Según el centro de estudios CELAG, tan solo Brasil y Colombia aportarían más activos a la OTAN que los miembros europeos anexados en la década de 1990. En este sentido vale hacer la comparación, considerando que por ejemplo Argentina tiene activos similares a los de Bulgaria (24 mil 800) y República Checa (25 mil) juntos.

Para entender mejor toda esta situación y conocer la intensa actividad imperial para controlar el espacio latinoamericano y caribeño, vale hacer una revisión de la forma como se ha ido materializando la intervención de Estados Unidos y la OTAN en algunos países de la región:

Paraguay

El Plan Maestro para la Navegabilidad del río Paraguay es una iniciativa del gobierno de ese país para “maximizar la utilización de esa vía navegable”, pero fue el embajador de Estados Unidos Marc Ostfield quien hizo el anuncio. La obra está siendo apoyada por capitales de Estados Unidos y será llevada adelante gracias a los servicios del Cuerpo de Ingenieros del Ejército norteamericano, lo cual generó gran preocupación en Argentina que considera que tal decisión va a significar un control del territorio por parte de fuerzas extranjeras. De más está decir la relevancia de la zona que forma parte de la Cuenca del Plata, la quinta reserva de agua dulce más importante del mundo en extensión

Así mismo, Washington no ceja en sus añejas intenciones de instalar una base militar en la Triple Frontera (Argentina-Paraguay-Brasil), con la excusa del combate al terrorismo internacional y al narcotráfico. En ese marco, los intentos de militarizar la región y cambiar las “reglas de juego” para que Estados Unidos pueda establecer territorios bajo su control permanente son considerados en Argentina como sumamente peligrosos. Así mismo, algunos líderes políticos locales han expresado preocupación de que su región se vea sumida en una lógica de confrontación entre Estados Unidos y China.

Aunque el gobierno paraguayo ha dicho que el proyecto comprende «una cooperación con especialistas de Estados Unidos» que incluirá el estudio de los ríos, pero que no contempla una cooperación de carácter militar, la total subordinación de Asunción a Estados Unidos hace dudar de esa aseveración. En términos geopolíticos también se considera el hecho de que Paraguay es el único país de América del Sur que no tiene relaciones con China.

 


Argentina

Desde la perspectiva argentina la decisión de Asunción de atraer a las fuerzas armadas de Estados Unidos para avanzar en la navegabilidad del río Paraguay se relaciona hoy con el creciente comercio de alimentos, lo cual, en el marco de la guerra en Ucrania, se volvió estratégico.

 El fin de la hidrovía es permitir la navegación de naves de gran calado con grandes volúmenes de carga los 365 días del año, rectificando el trayecto y eliminando islas y otros obstáculos. La presencia de especialistas del Ejército de Estados Unidos le da al proyecto un carácter muy distinto a lo que originalmente se presentó como una obra civil.

Por otra parte, Estados Unidos ha mostrado preocupación porque el Estado argentino se propone realizar una nueva licitación para el dragado del río Paraná, (que recibe aguas del Paraguay) y algunas de las empresas que intentarán ganarla, son de origen chino.

Para Estados Unidos la Triple Frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay es de primordial importancia, El Comando Sur manifestó haber identificado fuentes de financiación de “organizaciones terroristas” basadas en Asia Occidental, mencionando al Hezbolá libanés y al Hamás palestino. Para contrarrestar esta supuesta amenaza se creó un mecanismo multilateral denominado 3+1 con los tres países sudamericanos y Estados Unidos.

Washington también ha manifestado sumo interés en la Patagonia argentina. En ese marco el pasado 8 de agosto el embajador de Estados Unidos en el país asistió en la ciudad de Neuquén (ubicada a unos 1140 Km. al suroeste de Buenos Aires) a una reunión con representantes de las corporaciones petroleras más poderosas del mundo.

Cuatro años antes, en 2018 se anunció la construcción de instalaciones diversas, en un predio fiscal bajo dirección y financiamiento del Comando Sur de Estados Unidos. Aunque su embajada en Argentina se apresuró a informar que las obras eran parte de un proyecto de “ayuda humanitaria” cuyo objetivo era mejorar la capacidad de respuesta de Neuquén frente a desastres naturales, la sociedad civil neuquina ha rechazado tal idea, toda vez que la misma se ha caracterizado por el secreto, la falta de información y la ausencia de comunicación en torno a saber qué ha obtenido Argentina a cambio de la cesión de dicho territorio en una zona que es considerada de alto valor estratégico.

El proyecto caracterizado de “base militar camuflada” según un reporte del periodista Ariel Noyola Rodríguez publicado en el portal RT forma parte de una estrategia de alcance continental que se ha caracterizado como una novedosa forma de intervención militar en la región: el programa de ‘Asistencia Humanitaria y Respuestas a Desastres Naturales’, auspiciado por el Comando Sur de Estados Unidos,

Por otra parte, no se puede obviar en este análisis que parte del territorio argentino se encuentra ocupado por la fuerza la OTAN. En Malvinas se encuentras dislocados entre 1500 y 2000 efectivos militares británicos, algunos de forma permanente, así como aviones caza bombarderos de última generación.

 

Lo que Ucrania necesita aprender de Afganistán sobre las guerras de poder.

Fuentes: Polítika / Nueva Economía Mundial


Lo que los europeos necesitan aprender es que la UE no es sino un Protectorado de EEUU. Muchos discursos sobre la «democracia», pero las decisiones se toman en Washington.

Lo sorprendente es la pasividad y la docilidad de los dirigentes europeos tanto de derecha como de ‘izquierda’. El general de Gaulle decía que la OTAN no es sino un ministerio de colonias…

El mayor enemigo del desarrollo económico es la guerra. Si el mundo cae aún más en el conflicto global, nuestras esperanzas económicas y nuestra propia supervivencia podrían estallar en llamas. El Boletín de los Científicos Atómicos ha movido las manecillas del Reloj del Juicio Final a solo 90 segundos para la medianoche.

El mayor perdedor económico del mundo en 2022 fue Ucrania, donde la economía se derrumbó en un 35% según el Fondo Monetario Internacional. La guerra en Ucrania podría terminar pronto y podría comenzar la recuperación económica, pero esto depende de que Ucrania comprenda su situación como víctima de una guerra de poder entre Estados Unidos y Rusia que estalló en 2014.

Estados Unidos ha estado armando y financiando fuertemente a Ucrania desde 2014 con el objetivo de expandir la OTAN y debilitar a Rusia. Las guerras de poder de Estados Unidos generalmente duran años e incluso décadas, y dejan en escombros a países que son campos de batalla como Ucrania.

 


A menos que la guerra de poder termine pronto, Ucrania se enfrenta a un futuro terrible. Ucrania necesita aprender de la horrible experiencia de Afganistán para evitar convertirse en un desastre a largo plazo. También podría considerar las guerras de poder de EEUU en Vietnam, Camboya, Lao PDR, Irak, Siria y Libia.

A partir de 1979, EEUU armó a los muyahidines (combatientes islamistas) para hostigar al gobierno respaldado por los soviéticos en Afganistán. Como explicó más tarde el asesor de seguridad nacional del presidente Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski, el objetivo de Estados Unidos era provocar la intervención de la Unión Soviética para atraparla en una guerra costosa. El hecho de que Afganistán sería un daño colateral no preocupaba a los líderes estadounidenses.

El ejército soviético entró en Afganistán en 1979 como esperaba Estados Unidos, y luchó durante la década de 1980. Mientras tanto, los combatientes respaldados por Estados Unidos establecieron al-Qaeda en la década de 1980 y los talibanes a principios de la década de 1990. La “trampa” estadounidense a la Unión Soviética había tenido un efecto boomerang.

En 2001, Estados Unidos invadió Afganistán para luchar contra al-Qaeda y los talibanes. La guerra de EEUU continuó durante otros 20 años hasta que EEUU finalmente se fue en 2021. Aun continúan las operaciones militares esporádicas de EEUU en Afganistán.

 


Afganistán está en ruinas. Mientras que EEUU desperdició más de $ 2 billones de desembolsos militares de EEUU, Afganistán está empobrecido, ¡con un PIB de 2021 por debajo de $ 400 por persona! Como “regalo” de despedida a Afganistán en 2021, el gobierno de EEUU se apoderó de las pequeñas tenencias de divisas de Afganistán, paralizando el sistema bancario.

La guerra de poder en Ucrania comenzó hace nueve años cuando el gobierno de EEUU respaldó el derrocamiento del presidente de Ucrania, Viktor Yanukovych. El pecado de Yanukovych desde el punto de vista de EEUU fue su intento de mantener la neutralidad de Ucrania a pesar del deseo de EEUU de expandir la OTAN para incluir a Ucrania (y Georgia). El objetivo de Estados Unidos era que los países de la OTAN rodearan a Rusia en la región del Mar Negro. Para lograr este objetivo, Estados Unidos ha estado armando y financiando masivamente a Ucrania desde 2014.

Los protagonistas estadounidenses de entonces y ahora son los mismos. La persona clave del gobierno de EEUU en Ucrania en 2014 fue la subsecretaria de Estado Victoria Nuland, quien hoy es subsecretaria de Estado. En 2014, Nuland trabajó en estrecha colaboración con Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional del presidente Joe Biden, quien desempeñó el mismo papel para el vicepresidente Biden en 2014.

Estados Unidos pasó por alto dos duras realidades políticas en Ucrania. La primera es que Ucrania está profundamente dividida étnica y políticamente entre los nacionalistas que odian a Rusia en el oeste de Ucrania y los rusos étnicos en el este de Ucrania y Crimea.


 

La segunda es que la ampliación de la OTAN a Ucrania cruza una línea roja rusa. Rusia luchará hasta el final y escalará según sea necesario para evitar que Estados Unidos incorpore a Ucrania a la OTAN.

Estados Unidos afirma repetidamente que la OTAN es una alianza defensiva. Sin embargo, la OTAN bombardeó al aliado de Rusia, Serbia, durante 78 días en 1999 para separar a Kosovo de Serbia, después de lo cual Estados Unidos estableció una base militar gigante en Kosovo. Las fuerzas de la OTAN derrocaron de manera similar al aliado ruso Muamar Gadafi en 2011, lo que provocó una década de caos en Libia. Rusia ciertamente nunca aceptará a la OTAN en Ucrania.

A fines de 2021, el presidente ruso, Vladimir Putin, planteó tres demandas a los EEUU: Ucrania debería permanecer neutral y fuera de la OTAN; Crimea debería seguir siendo parte de Rusia; y el Donbas debería volverse autónomo de acuerdo con el Acuerdo de Minsk II.

El equipo Biden-Sullivan-Nuland rechazó las negociaciones sobre la ampliación de la OTAN, ocho años después de que el mismo grupo respaldara el derrocamiento de Yanukovych. Con las demandas de negociación de Putin rechazadas rotundamente por Estados Unidos, Rusia invadió Ucrania en febrero de 2022.

 


En marzo de 2022, el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, pareció comprender la terrible situación de Ucrania como víctima de una guerra de poder entre Estados Unidos y Rusia. Declaró públicamente que Ucrania se convertiría en un país neutral y pidió garantías de seguridad. También reconoció públicamente que Crimea y Donbas necesitarían algún tipo de tratamiento especial.

El primer ministro de Israel en ese momento, Naftali Bennett, se involucró como mediador, junto con Turquía. Rusia y Ucrania estuvieron cerca de llegar a un acuerdo. Sin embargo, como Bennett ha explicado recientemente, Estados Unidos “bloqueó” el proceso de paz.

Desde entonces, la guerra se ha intensificado. Según el reportero de investigación estadounidense Seymour Hersh (*), los agentes estadounidenses volaron los oleoductos de Nord Stream en septiembre, afirmación negada por la Casa Blanca. Más recientemente, EEUU y sus aliados se han comprometido a enviar tanques, misiles de largo alcance y posiblemente aviones de combate a Ucrania.

La base para la paz es clara. Ucrania sería un país neutral fuera de la OTAN. Crimea seguiría siendo el hogar de la flota naval del Mar Negro de Rusia, como lo ha sido desde 1783. Se encontraría una solución práctica para Donbas, como una división territorial, autonomía o una línea de armisticio.

Lo más importante, la lucha se detendría, las tropas rusas abandonarían Ucrania y la soberanía de Ucrania estaría garantizada por el Consejo de Seguridad de la ONU y otras naciones. Dicho acuerdo podría haberse alcanzado en diciembre de 2021 o en marzo de 2022.


 

Sobre todo, el gobierno y el pueblo de Ucrania le dirían a Rusia y EEUU que Ucrania se niega a seguir siendo el campo de batalla de una guerra de poder. Frente a las profundas divisiones internas, los ucranianos de ambos lados de la división étnica lucharían por la paz, en lugar de creer que un poder externo les ahorrará la necesidad de llegar a un compromiso.

Nota:

(*) Seymour Hersh es un periodista estadounidense que recibió el Premio Pulitzer al mejor periodista. Ahora, como sus investigaciones han demostrado la pesada responsabilidad de EEUU en la guerra de Ucrania… han lanzado una campaña de desprestigio en su contra.

Jeffrey D. Sachs. Economista estadounidense, profesor en la Universidad de Columbia (New York) – Consultor especial del Secretario General de las Naciones Unidas Antonio Guterres.

¿Quién teme a Pedro Castillo?

 

    


¿Quién teme a Pedro Castillo?




Pedro castillo

Lo que pasó en las elecciones peruanas es quizás lo más parecido a la «tempestad en los Andes» anunciada por Luis E. Valcárcel en un libro ya clásico prologado por José Carlos Mariátegui. Atraído por la idea de «mito», Mariátegui terminaba escribiendo: «Y nada importa que para unos sean los hechos los que crean la profecía y para otros sea la profecía la que crea los hechos».

Lo ocurrido el pasado 6 de junio no es sin duda un levantamiento indígena como el que imaginó Valcárcel, ni tampoco uno como lo imaginara Mariátegui, como partero del socialismo. Pero fue un levantamiento electoral del Perú andino profundo, cuyos efectos cubrieron todo el país.



 

Pedro Castillo Terrones está lejos de ser un mesías, pero apareció en la contienda electoral «de la nada», como si fuera uno. Con los resultados del domingo, está próximo a transformarse en el presidente más improbable. No porque sea un outsider –el país está lleno de ellos desde que el «chino» Alberto Fujimori se hiciera con el poder en 1990, tras derrotar a Mario Vargas Llosa–, sino por su origen de clase: se trata de un campesino cajamarquino atado a la tierra que, sin abandonar nunca ese vínculo con el monte, se sobrepuso a dificultades diversas y llegó a ser maestro rural; en los debates presidenciales cerraba sus intervenciones con el latiguillo «palabra de maestro». 

Desde el magisterio, Castillo saltó al escenario nacional en 2017, con una combativa huelga de maestros contra la propia dirección sindical. Un reciente documental, titulado precisamente «El profesor», da varias pistas sobre su propia persona, su familia y su entorno. A diferencia de Valcárcel, cuyo indigenismo se insertaba en la disputa de elites –la cuzqueña andina y la limeña «blanca»–, Castillo proviene de un norte mucho más marginal en términos de la geopolítica peruana. Su identidad es más «provinciana» y campesina que estrictamente indígena. Desde allí conquistó al electorado del sur andino y atrajo también, aunque en menor proporción, el voto popular limeño.


 

Por eso, cuando Keiko Fujimori aceptó el desafío de ir a debatir hasta la localidad de Chota y dijo con disgusto «Tuve que venir hasta aquí», la frase quedó como uno de los traspiés de su campaña. Castillo había logrado sacar la política de Lima y llevarla a los rincones lejanos y aislados del país, que recorrió uno a uno en su campaña con un lápiz gigante entre las manos. 

La irrupción de Castillo en la primera vuelta –con casi 19% de los votos– generó una verdadera histeria en los sectores acomodados de la capital. Y acorde a la actual moda del anticomunismo zombi, se expresó en un generalizado «No al comunismo», manifestado incluso con carteles gigantes en las calles. No escaseó tampoco el racismo. Perú parece tener menos pruritos para expresarlo en público que los vecinos Ecuador o Bolivia.


 

Por ejemplo, el «polémico» periodista Beto Ortiz echó a la diputada de Perú Libre Zaira Arias de su set televisivo, mostrando que la «corrección política» no llegó a sectores de las elites limeñas. Luego la llamó «verdulera» y más tarde se disfrazó de indio –con su histrionismo habitual– para darle la bienvenida de manera socarrona al «nuevo Perú» de Pedro Castillo. 

La candidatura de Castillo fue, además, víctima constante del «terruqueo» (acusación de vínculos con el terrorismo) por sus alianzas sindicales durante la huelga de maestros y, sin experiencias previas en el terreno electoral, de sus propios tropiezos en entrevistas.

Como escribió Alberto Vergara en el New York Times: «Quienes utilizaron de manera más alevosa la política del miedo fueron los del campo fujimorista, las clases altas y los grandes medios de comunicación. Empresarios amenazaban con despedir a sus trabajadores si Castillo vencía; ciudadanos de a pie prometían dejar sin trabajo a su servicio doméstico si optaban por Perú Libre; las calles se llenaron de letreros invasivos y pagados por el empresariado alertando sobre una inminente invasión comunista». Hasta Mario Vargas Llosa abandonó su tradicional antifujimorismo –por el que incluso había llamado a votar por Ollanta Humala en 2011– y decidió darle una oportunidad a una candidata de apellido Fujimori.


 

Castillo está lejos de provenir de una cultura comunista. Militó varios años en la política local bajo la sigla de Perú Posible, el partido del ex-presidente Alejandro Toledo, y si bien se postuló por Perú Libre, no es un orgánico de este partido, que nació originalmente como Perú Libertario. Perú Libre se define como «marxista-leninista-mariateguista», pero muchos de sus candidatos niegan ser «comunistas».

El líder del partido, Vladimir Cerrón, definió el movimiento que se alineó detrás de Castillo como una «izquierda provinciana», opuesta a la izquierda «caviar» limeña. Castillo es un católico «evangélico compatible»: su esposa e hija son activas participantes en la evangélica Iglesia del Nazareno y él mismo se suma a sus oraciones. En la campaña se posicionó repetidamente contra el aborto o el matrimonio igualitario, aunque hoy varios de sus técnicos y asesores provienen de la izquierda urbana liderada por Verónika Mendoza, con visiones sociales progresistas. Habrá que ver la convivencia de tendencias en el futuro gobierno de Castillo, que no se anuncia fácil.

Castillo se autodefine también como «rondero», en referencia a las rondas campesinas creadas en Cajamarca en los años 70 para enfrentar el abigeato y que se replicaron luego en el país en los años 80 para hacer frente a la guerrilla de Sendero Luminoso, y funcionan muchas veces como instancia de autoridad en el campo. 

La incertidumbre de un futuro gobierno de Castillo no tiene que ver, precisamente, con la constitución de una experiencia comunista de cualquier naturaleza que sea. También parece muy improbable una «venezuelización» como la que anuncian sus detractores. Las Fuerzas Armadas no parecen fácilmente subsumibles, el peso parlamentario del castillismo es escaso, las elites económicas son más resistentes que en un país puramente petrolero como Venezuela y la estructuración del movimiento social no anticipa un «nacionalismo revolucionario» de tipo chavista o cubano.

Las declaraciones del «profe Castillo» muestran cierto desprecio de tipo plebeyo por las instituciones, poca claridad sobre el rumbo gubernamental y visiones sobre la represión de la delincuencia que promueven la extensión de la «justicia rondera» al resto de Perú (que a menudo impone diversos tipos de castigos a quienes delinquen) pero también incluyen discursos de mano dura, como se vio en los debates electorales.

La presencia en el gobierno de la «otra izquierda» –urbana y cosmopolita– puede funcionar como un equilibrio virtuoso entre lo progresista y lo popular, aunque también será fuente de tensiones internas. Algunos comparan a Castillo con Evo Morales. Hay sin duda simbologías e historias compartidas. Pero también hay diferencias. Una es puramente anecdótica: en lugar de exagerar sus logros en una clave meritocrática, Morales dice no haber terminado el secundario (aunque algunos de sus profesores aseguran lo contrario). La otra es más importante a los efectos del gobierno: el ex-presidente boliviano llegó al Palacio Quemado en 2006 tras ocho años de trayectoria como jefe del bloque parlamentario del Movimiento al Socialismo (MAS) y la experiencia de una campaña presidencial en 2002, además de tener detrás una confederación de movimientos sociales con fuerte peso territorial, articulador en el MAS. Castillo tiene, por ahora, un partido que no es propio y un apoyo social/electoral aún difuso.

El «miedo blanco» a Castillo se vincula, más que a un peligro real de comunismo, a la perspectiva de perder poder en un país en el que las elites habían sorteado el giro a la izquierda en la región y cooptado a quienes ganaron con programas reformistas como Ollanta Humala. Dicho de manera más «antigua»: el «miedo blanco» lo es a la perspectiva de un debilitamiento del gamonalismo, como se llamó en Perú al sistema de poder construido por los hacendados antes de la reforma agraria, y que perduró por otras vías y de otras formas en el país. Nadie sabe si las elites podrán cooptar también a Castillo, pero hay en este caso un abismo de clase más profundo que en el pasado y el escenario es de manera más general menos previsible. La «sorpresa Castillo» es demasiado reciente y en muchos sentidos es un desconocido incluso para quienes serán sus colaboradores. 

Posiblemente la tempestad electoral anuncie otras próximas si las elites quieren seguir gobernando como se habían acostumbrado a hacerlo.