Epígrafe
A pesar de la maquinaria mediática, Estados
Unidos, Luis Almagro y la violenta oposición venezolana han sufrido dos
derrotas, quizá estratégicas, el 19 de junio pasado, en su innecesaria y
antidemocrática confrontación con el gobierno bolivariano.
-------------
El
19 de junio, en Cancún, los Estados Unidos y su injerencista OEA, así
como la oposición venezolana, sufrieron una doble derrota: diplomática y
callejera. Es decir, los planes para intervenir la Revolución
Bolivariana se quedaron en el tintero, en un caso por la posición
responsable de varios gobiernos de no secundar las oscuras intenciones
de Almagro, y en otro por la masiva marcha de apoyo popular a Maduro y
la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente que se impuso ante
los planes antidemocráticos de la oposicion.
La derrota
diplomática se registró en Cancún, México, en un terreno adverso para
Venezuela y los países que se oponen a los planes intervencionistas
estadounidenses. A pesar que Almagro y el canciller mexicano Luis
Videgaray desarrollaron contra varios países, principalmente del Caribe,
presiones inaceptables para que actúen contra el gobierno de Nicolás
Maduro, la resolución concebida por EEUU y presentada a iniciativa de
México, Perú, Colombia y otros, no obtuvo los dos tercios que se
necesitaba para su aprobación.
El proyecto de resolución
injerencista planteaba que el gobierno de Maduro desista de la
convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, deje en libertad a
los presos políticos, respete los derechos humanos y convoque a
elecciones presidenciales. Que este proyecto fue formulado por EEUU y
acatado sumisamente por algunos gobiernos lo confirma las declaraciones
de Lydia Barraza, la vocera de Trump, quien sostuvo dos cosas un día
después de la derrota del lunes 19: primero, "No podemos esperar más,
tenemos que llegar a un acuerdo en la OEA para ayudar la pueblo
venezolano" y segundo “nuestras condiciones son claras, Maduro debe
respetar la autonomía del Parlamento, liberar a todos los presos
políticos y establecer un calendario electoral para todos los niveles
del Gobierno". Mas injerencismo no puede haber.
El antecedente
más cercano de esta derrota imperial en la OEA se remonta al 31 de mayo,
cuando una reunión consultiva de Cancilleres suspendió en Washington su
primera sesión ante la falta de acuerdos entorno a dos proyectos de
resolución planteados. De nada sirvió que el inefable Almagro maniobrara
para desplazar a Bolivia de la presidencia del Consejo Permanente del
organismo regional el 3 de abril, ya que las posiciones
latinoamericanistas y respetuosas de la institucionalidad de cada país
han bloqueado resoluciones contra Venezuela que de ser aprobadas
actuarían como gatilladores de más violencia en el país sudamericano.
Tampoco
se debe olvidar que Almagro, desde enero de este año, hizo oídos sordos
a las denuncias del gobierno bolivariano sobre la violación de la
Constitución Política de parte de la Asamblea Nacional que declaró
“presidente ausente” a Nicolás Maduro, en una clara actitud golpista, y
no cumplió la determinación de dejar sin efecto su condición de
diputados a tres dirigentes de la derecha por el Estado Amazonas y uno
del propio Partido Socialista Unificado de Venezuela. Incumplimiento que
de otra parte explica la sentencia de la Sala Constitucional de
declarar en desacato a la Asamblea Nacional. Todo lo contrario, lo que
ha venido haciendo el Secretario General de la OEA es presionar para
activar la Carta Democrática Interamericana sin que existan las
condiciones objetivas para ello.
El segundo campo de la derrota
ha sido el callejero. En sintonía con la Asamblea General de la OEA en
Cancún, la oposición venezolana lanzó la consigna de “Todos a Caracas”
para el lunes 19, confiada claro está en que una masiva movilización
–que hasta ahora se ha caracterizado por el uso de la violencia- iba a
servir para dos cosas: primero, para actuar como mecanismo de presión
extra diplomático hacia la reunión de Cancilleres y la Asamblea General
de la OEA, y, segundo, para usar la aprobación de esa hipotética (y
fustrada) resolución contraria a Maduro para activar, con un discurso
democrático, un golpe de Estado contra el gobierno legítimo de Maduro.
El
doble objetivo de la “toma de Caracas” no se dio. Los cancilleres de 13
países (cinco en contra y 8 abstenciones) no viabilizaron la resolución
injerencista e intervencionista de la OEA. Pero, confirmando que el
campo de lucha definitivo es Venezuela, una masiva y poderosa
movilización a favor del gobierno bolivariano y la Asamblea Nacional
Constituyente -combinada con la difícil pero madura posición de cordura
de las fuerzas llamadas a mantener el orden interior-, derrotó los
planes golpistas de la derecha opositora. De nada sirvió ir calendando la calle
estos tres últimos meses –como bien recomienda Sharp, el autor de los
golpes suaves-, pues hasta ahora ha podido más la apuesta a la paz de la
mayor parte de los venezolanos y venezolanas.
En definitiva, si
hay algo que coloca sobre la mesa la revolución venezolana es algo ya
contemplado en las experiencias revolucionarias (Rusia de Lenin y Cuba
por supuesto): solo la construcción de una relación de fuerzas favorable
en las calles y la posición de firmeza de un gobierno revolucionario
puede derrotar a la contrarrevolución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario