Nicolás Maduro está muy
lejos de ser el dictador que le endilgan los pulpos corporativos
“occidentales”, brazo mediático de la guerra de cuarta generación contra
Venezuela. La expresión ha sido acuñada también por algunos gobernantes
carentes de la mínima moral para juzgar al mandatario venezolano.
Sé que mienten porque he visto a Maduro actuar varias veces en
Venezuela, sea en un mitin, o dentro de su círculo de colaboradores o en
una cena con la dirección político-militar chavista y un grupo de
intelectuales y artistas de numerosos países. El hombre que he visto es
noble, modesto, inteligente y de verbo elocuente, forjado en la
persuasión desde sus precoces años de activista revolucionario y luego
líder sindical del metro de Caracas, donde fue conductor de autobuses.
Escucha atentamente, es fraterno con sus compañeros y con la gente del
pueblo y muy cálido con los militantes solidarios con Venezuela.
Estoy seguro que lo mismo puede pensar quien lo vea y observe
cuidadosamente expresarse en la tele. Es más, hice la prueba con dos
amigas: una sicóloga y otra crítica de arte, ambas académicas con
estudios doctorales, que no conocen a Maduro y apenas lo han visto en
las noticias, ni tienen la política entre sus prioridades. Eso sí, las
dos son auténticamente progresistas y plenamente conscientes del engaño
masivo a que someten a sus audiencias los “medios”. Envié a ambas la
entrevista realizada el 18 de agosto al caraqueño por el veterano
periodista y revolucionario venezolano José Vicente Rangel(https://www.youtube.com/watch?v=Pf0hXEPRnWg).
Pedí a mis amigas que la vieran detenidamente y con ojo crítico.
Palabras más o menos las dos coincidieron en lo siguiente: es un hombre
bueno y, además de su talla de líder, es evidente que no puede ser un
dictador.
No me cabe
duda que otro tanto pueden decir las personas desprejuiciadas que vean
su estelar conferencia de prensa de tres días después(https://www.youtube.com/watch?v=dDVSN6t643I).
He tomado como ejemplo estas dos comparecencias del mandatario por
desarrollarse en un momento decisivo de su ejecutoria y de la de la
Revolución Bolivariana, en pleno funcionamiento de la Asamblea Nacional
Constituyente(ANC), cuando contrariamente a la versión mediática,
apreciamos a un líder victorioso, en pleno control de la situación,
cargado de propuestas y a un proceso revolucionario capaz de remontar
grandes derrotas, como la sufrida en las elecciones legislativas de
2015, y de reinventarse audazmente y poner en práctica en el momento
exacto y, por ello, muy exitosamente, una iniciativa tan riesgosa como
las elecciones a la ANC.
La serenidad, la paciencia y el aplomo
que se aprecia en Maduro en ambos documentos, engrandece más a este
hombre, quien acaba de asestar una importante derrota a la guerra no
convencional contra Venezuela, que libran y seguirán librando Estados
Unidos y las derechas. Su objetivo es acabar con el peligroso ejemplo
revolucionaria que es para el mundo la Revolución Bolivariana. No menos
importante, apoderarse de su petróleo y abundantes recursos naturales.
Venezuela es hoy uno de los cuatro escenarios donde puede estallar una
guerra mundial si no logramos pararla a tiempo con una gran movilización
internacional.
Maduro
propone restablecer el diálogo con la oposición en el marco de la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños(CELAC) y pide al Papa
Francisco que el Vaticano continúe la mediación que ejercía junto a los
ex presidentes Leonel González y Omar Torrijos. La propuesta se encuadra
en el espíritu de verdadera unidad e integración latino-caribeña que
representa la CELAC, en contraste con el servilismo de la OEA, criatura
imperial. Habla de la recuperación económica, política y moral de la
Revolución como objetivos inmediatos. El ex pelotero y roquero y ex
canciller recuerda reiteradamente que Venezuela necesita y quiere la paz
pero está muy bien armada y cuenta con un magnífico sistema de defensa
antiaérea ruso. Asegura que se cumplirá el calendario electoral como
fija la constitución y subraya que en octubre hay elecciones de
gobernadores y que todos los partidos de oposición ya postularon sus
candidatos. Nadie honesto podría negar que es un demócrata y un hombre
de instituciones.
Maduro merecería ya el mayor respeto y admiración por la sola proeza de
haber conducido digna y creativamente hasta aquí el timón de la
Revolución y el Estado que le entregaran el gigantesco Hugo Chávez y el
pueblo venezolano.