jueves, 31 de mayo de 2018

Las insólitas críticas de parte de mancillados líderes neoliberales

 
Pero, ¿quiénes son los presidentes que deslegitiman las  elecciones en Venezuela? Los encabeza nada menos que Donald Trump, quien se erigió como presidente de Estados Unidos con menos votos que su rival Hillary Clinton.

Trump, Temer, Macri…
Trump, un empresario ultra conservador, supremacista, misógino, antiinmigrantes y figura de la televisión del espectáculo, ha sido cuestionado incluso por su insania mental. Trump las ha emprendido contra Siria -que ha bombardeado en varias oportunidades-, Corea del Norte, Irán, Cuba y Venezuela.
A través de su vicepresidente, Mike Pence, el mandatario norteamericano pidió a la OEA realizar “elecciones reales” en Venezuela, ya que las programadas para este mes serían -dijo- “una estafa”. La respuesta de Nicolás Maduro fue contundente: “El pueblo de Venezuela, llueva, truene o relampaguee, irá a elecciones presidenciales el próximo domingo 20 de mayo”, le espetó.

Otro es Michel Temer, actual presidente de Brasil, quien llegó al cargo sin un solo voto, tras un polémico y controvertido “juicio” contra la ex mandataria de Brasil, Dilma Rousseff, quien fue destituida por la componenda entre el Parlamento y el Poder Judicial.
Temer fue electo por el Senado brasileño e inició un mandato de facto tras el “golpe parlamentario”.
Aún así, desde esa ilegítima tribuna y obviando que no hubo un ciudadano en Brasil que votara por él como Presidente en un proceso abierto, se despachó la siguiente frase: “Queremos que hayan elecciones libres, con la participación de todos, es importante restablecer la democracia plena en Venezuela”.

En Argentina, Mauricio Macri siguió la misma línea que su par ideológico brasileño. “No vamos a convalidar el resultado electoral del 20 de mayo, no tiene ningún valor esa elección por más que el señor Maduro me insulte. No lo vamos a reconocer como un presidente democrático porque hace rato que no hay democracia en Venezuela”, advirtió el empresario.
Macri representa al sector más conservador de la derecha; partidario de políticas neoliberales a ultranza, es dueño de uno de los grupos económicos más importantes del país.
Se le relacionó con casos de espionaje, demandado por discriminación y por recibir financiamiento de una red de prostitución durante su campaña por la reelección en 2011. Macri y su familia se beneficiaron del gobierno dictatorial de Jorge Rafael Videla en la ejecución de negocios y en la condonación de deudas.

Por otro lado, entre los críticos del sistema electoral venezolano aparece igualmente Juan Manuel Santos, actual presidente de Colombia. Un político, periodista y economista perteneciente a una familia aristocrática, dueña del más importante medio de comunicación impreso de Colombia, el grupo editorial El Tiempo. “Nadie reconocerá las elecciones en Venezuela”, amenazó el Premio Nóbel de la Paz del año 2016.
Fue nombrado nada menos que por el presidente Álvaro Uribe como el jefe de su campaña. Se le acusa de haber encubierto los vínculos del gobierno del ex mandatario con el paramilitarismo y el narcotráfico.
En 2006, como Ministro de Defensa coordinó la Operación Fénix en la que dieron muerte al comandante de las FARC, Raúl Reyes, y a una veintena de civiles.

Piñera, Peña Nieto… 
En Chile, Sebastián Piñera Echeñique es un “exitoso” empresario e inversionista que estudió economía en la Universidad Católica, y posee postgrados en la universidad de Harvard en Estados Unidos.
El actual mandatario estuvo involucrado en negocios “fraudulentos” en el Banco de Talca. Tras su quiebra, autoridades judiciales chilenas giraron en agosto de 1982 una orden de aprehensión en su contra por “fraude e infracciones a la Ley de Bancos”. Hoy encabeza un gobierno de centro-derecha que en poco tiempo ha dejado de manifiesto su intención de hacer retroceder derechos sociales ganados por la ciudadanía después de muchos años de exigirlos en las calles, y que ha estado teñido por acusaciones de nepotismo.
Sebastián Piñera podría ser uno de los casos más emblemáticos a la hora de evaluar el cuestionable actuar de los presidentes latinoamericanos. Al bullado caso del Banco de Talca se puede sumar, por ejemplo, lo ocurrido con su holding Bancard, a través del cual realizó negocios con la empresa pesquera peruana Exalmar en momentos en que nuestro país enfrentaba un litigio en La Haya por límites fronterizos entre ambas naciones, que finalmente terminó favoreciendo justamente a compañías como Exalmar. Piñera era entonces la primera autoridad política en Chile.
Como ha ocurrido con los otros presidentes de derecha de este lado del orbe, Piñera se ha involucrado en el proceso democrático venezolano, calificando las elecciones del próximo 20 de mayo como “fraudulentas” y anunciando que Chile no las reconocerá.

En México el presidente Enrique Peña Nieto ha puesto en duda igualmente la democracia venezolana, declarando “se que resolver la crisis de manera pacífica, por medio del restablecimiento de la democracia”.
Peña Nieto proviene de una familia vinculada con ex gobernantes corruptos como Arturo Montiel. De tendencia liberal, su gobierno es también un gran negocio para los empresarios y grupos económicos.
Mientras la mayoría de los mandatarios y medios de comunicación apuntan a lo que consideran “violaciones a los derechos humanos en Venezuela”, se guarda un silencio cómplice frente a los miles de mexicanos que siguen desaparecidos a manos de agentes del Estado y las mafias del narcotráfico y la delincuencia. El caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa que salieron un día de sus hogares para nunca más regresar, es solo un ejemplo de esa violenta realidad.
También los ex presidentes
Otros países del Grupo de Lima que han solicitado a Trump, la OEA y organismos multilaterales sanciones contra Venezuela, en abierto injerencismo contra el pueblo y el gobierno de Nicolás Maduro, son Canadá, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay y Perú. También son naciones encabezadas por gobernantes de derecha que han seguido al pie de la letra la hoja de ruta del mandatario norteamericano contra el gobierno bolivariano. Lo propio ha hecho la Organización de los Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea (UE).
En su último encuentro, el Grupo de Lima rechazó la convocatoria de las elecciones presidenciales de Venezuela. A lo anterior se suman los 31 ex presidentes iberoamericanos que firmaron la llamada “Declaración de Panamá”, una pieza de propaganda en contra del gobierno de Maduro.
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Entre los firmantes se encuentran los ex presidentes Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde, Jorge Quiroga, Fernando Henrique Cardoso, Ricardo Lagos Escobar, Belisario Betancur, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe, Luis Alberto Monge, Rafael Ángel Calderón, Laura Chinchilla, Lucio Gutiérrez, José María Aznar, Vicente Fox, Felipe Calderón, Alejandro Toledo, Julio María Sanguinetti y Luis Alberto Lacalle, entre otros, muchos de ellos cuestionados por casos de “corrupción” y de “violaciones a los derechos humanos”.

Este próximo 20 de mayo el gobierno de Venezuela intentará legitimar nuevamente a través de las urnas el proceso revolucionario impulsado por Hugo Chávez y continuado por Nicolás Maduro. Será una nueva oportunidad para que todos estos cuestionados líderes reaparezcan y realcen la importancia de esa misma democracia que en sus propias naciones es manoseada y golpeada día a día.

lunes, 14 de mayo de 2018

Venezuela, ¿cuál democracia?

 
Si bien la noción de democracia abarca un campo semántico amplio, en el caso venezolano ha devenido particularmente en un concepto impreciso y manipulable en aras de justificar el derrocamiento de un presidente electo por la mayoría del padrón electoral de su país. “Restauración democrática”, “cambio democrático”, “gobernabilidad democrática”, son frases cada vez más comunes cuando se hace referencia a Venezuela.
Desde Lima, el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, afirmó recientemente que “el mensaje del presidente Trump es de apoyo a la oposición venezolana: estamos con ustedes, para ver la libertad nuevamente y que se ponga fin a la crisis humanitaria. Nicolás Maduro ha convertido la democracia en una dictadura”[1]. El diputado opositor Julio Borges, quien ha asumido con mayor visibilidad la campaña por intervenir Venezuela desde el exterior, expresa permanentemente afirmaciones como: “(…) frenamos el financiamiento internacional al gobierno por haber dejado de lado la democracia”[2] o “(…) juntos logramos que hoy los países democráticos estén presionando para que se restituya la democracia”[3]. Por su parte, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, maneja un discurso abiertamente antielectoral con respecto a Venezuela: “Esta dictadura no se va a ir por las buenas (…) hay que plantearse las variables de ruptura del régimen porque no hay proceso electoral válido en Venezuela”.[4]

Hay numerosos ejemplos de este tipo de enunciaciones. La sobreexposición del caso venezolano en la narrativa mediática logró posicionar un relato basado en la estigmatización a su Gobierno como dictatorial y en la necesidad de deponerlo mediante todas las medidas posibles, incluyendo el bloqueo financiero (ya en curso) y la anunciada intervención militar.[5]
Una de las estrategias de intervención en los asuntos venezolanos por vías alternas fue la creación de una coalición de países que -ante la imposibilidad de aplicar a Venezuela la Carta Democrática Interamericana de la OEA (pues no obtuvieron la mayoría de votos)[6]– idearon una plataforma denominada “Grupo de Lima”. Desde allí, los gobernantes de doce países de la región, dirigidos por el Gobierno de Estados Unidos, se han dado la tarea de atacar al Gobierno venezolano, llegando a presionar al Gobierno peruano para que retirara la invitación al presidente Nicolás Maduro a la Cumbre de las Américas.[7]
Paradójicamente, en nombre de la democracia y sin ningún soporte jurídico internacional, los presidentes del Grupo de Lima denuncian y toman resoluciones contra el Gobierno venezolano, aunque dicha coalición esté compuesta por Gobiernos implicados en fraudes electorales, golpes de Estado y destituciones por corrupción, como son los casos de Honduras, Brasil y Perú respectivamente.
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¿En nombre de cuál democracia?

Se ha convertido el término “democracia” en lo que el filósofo argentino Enrique Dussel llamara un “enunciado ideológico encubridor” que busca confundir en aras de un discurso cercano al sofisma[8]. La maquinaria internacional que se ha desplegado en contra del Gobierno de Nicolás Maduro involucra una importante inversión en dinero y, sobre todo, la motorización de intereses especiales, que van mucho más allá del derrocamiento de un Gobierno.
Por un lado, Washington puja por recuperar la primacía perdida por la emergencia de China y Rusia en la geopolítica mundial y opera para retomar su “patio trasero” luego de la década ganada por Gobiernos de izquierda en América Latina. Por otro, para nadie es un secreto que Venezuela posee una de las más importantes reservas del mundo de crudo y otros recursos, como oro y diamantes, que además son respaldo del petro, la criptomoneda lanzada al ruedo por el Gobierno venezolano y sancionada por el Gobierno de Trump[9]. Aunado a ello, en esta especie de revival de la Guerra Fría, el chavismo y lo que representa como un Gobierno que ha resistido 18 años de asedio político y económico internacional, es un hueso que molesta demasiado a la narrativa hegemónica. En estas circunstancias, aplicar la dicotomía democracia vs. dictadura mediante sistemáticas agresiones mediáticas y diplomáticas, ha sido la estrategia (nada novedosa por lo demás) para sembrar en el sentido común la posibilidad de una intervención financiera y militar en nombre de la democracia.
Pero ¿en nombre de cuál democracia? Hoy los líderes de la oposición al Gobierno venezolano se respaldan en la Constitución de 1999, cuando ellos mismos organizaron un golpe de Estado que disolvió todos los poderes públicos en 2002 y desconocieron en múltiples oportunidades la Carta Magna que inaugurara el Gobierno de Hugo Chávez[10]. Estos líderes han participado en 22 elecciones, rechazando los resultados sólo en las que no salieron favorecidos y, actualmente, son los voceros del abstencionismo y el desconocimiento de las elecciones presidenciales del 20 de mayo de 2018.

Democracia mainstream vs. Democracia participativa
El índice que mide la calidad democrática que calcula The Economist Intelligence Unit (EIU) ubica a Venezuela en el último puesto de la región, precedido por Cuba, Bolivia, Nicaragua y Honduras[11], los cuales serían “regímenes autoritarios” en contraposición a “democracias plenas” como las de Canadá y Estados Unidos. Este índice evalúa mediante encuestas y estudios de expertos, la calidad democrática según cinco valores: 1) Proceso electoral y pluralismo, 2) Participación política, 3) Cultura política, 4) Libertades civiles y derechos humanos básicos y 5) Calidad del funcionamiento del Gobierno.
Comparativamente, es considerable el sesgo y la sujeción al statu quo global que muestra este tipo de mediciones, además muy utilizadas y reproducidas en el ámbito internacional como herramientas de legitimación de ciertos discursos sobre otros. Un claro ejemplo es lo ocurrido con el cada vez más frecuente fenómeno de lawfare o judicialización de la política en América Latina[12], que utiliza a los poderes judiciales en función de los intereses de una clase política sobre otra, mostrando una total intervención de poderes, lo que atenta directamente contra el funcionamiento democrático de los Gobiernos. Otro ejemplo reciente es el ataque unilateral por parte de EE.UU., Francia y Reino Unido a Siria, en el que el ejecutivo estadounidense atacó aún sin contar con el permiso del Congreso. Sin embargo, ninguna de esas democracias son objeto del señalamiento reiterado que padece a diario el Gobierno venezolano.

Una mirada a la Democracia participativa
La Constitución venezolana instituye la noción de “democracia participativa y protagónica” con el propósito de ampliar el campo de acción de la democracia representativa o liberal que prevalecía en los Gobiernos anteriores al chavismo. La democracia representativa padeció de una grave crisis de legitimidad que junto con la aplicación de recortes económicos neoliberales provocaron en 1989 una rebelión popular de gran resonancia e impacto en la historia de América Latina, conocida como “el Caracazo”, y que años después diera pie al corrimiento electoral de la partidocracia instaurada por el Pacto de Punto Fijo (los partidos Acción Democrática y Copei alternándose acordadamente el poder) y a la posterior elección de Hugo Chávez como presidente.
Bajo la democracia participativa, el Estado venezolano busca desarrollar espacios de participación ciudadana y garantizar el acceso a derechos sociales a través de los programas denominados “misiones”. Las misiones atienden a la población en cuanto a educación, salud primaria y preventiva, vivienda y sistema de pensiones, entre otros derechos. La imagen de Venezuela que construye la mediática internacional no muestra estas políticas sociales que buscan profundizar el proceso democrático venezolano.
1.- Identidad y ciudadanía. En 1999 millones de personas no se encontraban registradas en ningún censo y no poseían cédula o carnet de identidad, lo que los excluía por completo de todo tipo de derechos, incluso del de votar. Con el programa Misión Identidad, el Gobierno de Hugo Chávez registró y ceduló a más de 18 millones de personas entre 2003 y 2006[13], dándoles el estatus de ciudadanos.
2.- Descentralización y actualización del sistema electoral. La reforma del sistema electoral de 2004 permitió reubicar y abrir nuevos centros de votación para descentralizar el acceso territorial al voto. También es significativa la inversión en innovación y tecnología que ha realizado el Consejo Nacional Electoral (CNE) venezolano para mejorar el sistema de votación, que hoy en día es totalmente automatizado, puede ser auditado en todas sus fases y realiza autenticación biométrica del elector[14]. A pesar del ataque del que es objeto, el sistema electoral venezolano ha sido reconocido por diversos observadores internacionales como efectivo y confiable, incluso como el “mejor del mundo” como afirmara en 2012 el expresidente de Estados Unidos, Jimmy Carter[15].

3.- Elecciones y voto. Desde 1999, es excepcional la alta cantidad de elecciones realizadas en Venezuela: en 18 años 23 elecciones, todas con un nivel de participación de más del 50% del electorado. A diferencia de países como Colombia o Chile, en Venezuela la abstención es muy baja, inclusive en elecciones regionales. En las elecciones de gobernadores de 2017 la abstención fue de 38,8%, muy por debajo de la abstención que ocurría en este tipo de elecciones regionales antes de 1999.[16]
4.- Educación gratuita en todos los niveles. La educación en Venezuela es gratuita desde la etapa inicial hasta la universidad, hecho que duplica la meta programada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) que estipula que la educación pública y gratuita se garantice al menos por doce años, mientras que en Venezuela se cubre hasta los 24 años aproximadamente, pues incluye los estudios universitarios. El presupuesto actual en materia educativa alcanza 7,5 % del Producto Interno Bruto (PIB), y el 70 % de la población estudiantil (más de 8 millones de personas) estudian es instituciones públicas. Los niños y jóvenes venezolanos son beneficiados con el programa Canaima, que distribuye gratuitamente computadoras en los niveles primario, secundario y universitario.[17]
5.- Seguridad social para personas mayores. Desde 1999, en Venezuela el número de personas pensionadas ha aumentado de 387.000 a más de 3 millones, un crecimiento que cubre al 90 % de la población adulta[18]. La Misión Amor Mayor, creada en 2011, prevé pensionar al 100 % de los adultos mayores al finalizar 2018.[19]
6.- Vivienda. La Gran Misión Vivienda Venezuela es una política que surge para atender a las familias damnificadas por las tormentas ocurridas en algunos estados de Venezuela en 2010. Se trata de la construcción de urbanismos en todo el territorio nacional que son vendidos a precios muy bajos a sus nuevos habitantes. Contempla también financiamientos para adquisición, autoconstrucción y mejoras de viviendas. Bajo esta modalidad, para el 2018 el Estado venezolano ha construido más de 2.000.000 de viviendas.[20]
7.- Organización ciudadana. En Venezuela se han ensayado distintas maneras de transferencia de poderes a la ciudadanía y formas de impulsar la organización. Desde los Consejos Comunales y las Comunas, hasta los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), sin estar exentos de contradicciones y complejidades, existen en Venezuela diversos espacios de organización para la resolución conjunta de necesidades comunitarias. Estas instancias de organización ciudadana cuentan con respaldo jurídico[21].
8.- Derechos de las mujeres. En 2007 se aprueba en el Congreso la Ley Orgánica para el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, una de las normas jurídicas más avanzadas de la región. Contempla 19 formas de violencia e incorpora el femicidio y la inducción al suicidio[22]. Para combatir la violencia obstétrica, en 2017 el Ministerio de la Mujer lanzó el Plan Nacional de Parto Humanizado que promueve la formación de diez mil promotoras en parto humanizado para acompañar y orientar mujeres y familias en todo el territorio del país[23].
De la cultura política a la resolución económica
La enumeración de aciertos y políticas para garantizar el sistema democrático sólo pretende mostrar parte de la realidad que las corporaciones mediáticas no visibilizan. Si bien la crisis económica ha socavado el acceso a bienes y ha generado un ambiente de tensión latente en la ciudadanía, las políticas de acceso a derechos elementales no han dejado de existir. El sistema democrático venezolano pude tener desatinos como los tienen, y en gran medida, la mayoría de los países de la región, pero los logros en materia de ampliación de derechos son un hecho.
Ante las elecciones presidenciales de mayo, más que la pregunta por la democracia como un orden general, cabe la duda sobre la cultura política tan avanzada en Venezuela tras años de contiendas electorales y participación social. El ambiente electoral, antes asumido como un ritual colectivo nacional, ha cedido paso a la necesidad de resolución inmediata de la cotidianidad, pues la crisis económica se ha instalado como una realidad ineludible. El interés ciudadano ha desplazado el protagonismo de la política como arena de disputa cotidiana por la estabilidad económica, lo que, sin embargo, no oculta la imbricación que la situación económica tiene con la pugnacidad política entre el Gobierno y la derecha opositora, respaldada por el sector empresarial y por la comunidad internacional.
La presión y las sanciones económicas internacionales están muy lejos de aportar soluciones a las dificultades internas del país caribeño, antes bien son parte central del problema económico que éste atraviesa. Las elecciones presidenciales se proyectan como un posible tablero para zanjar la pugnacidad y arremetida contra el Gobierno y abrir la posibilidad de un acuerdo nacional que permita reestablecer las condiciones económicas y políticas adecuadas para seguir profundizando la democracia.

sábado, 12 de mayo de 2018

Cuatro dilemas de una crisis inducida

Una triada de actores ha logrado, como nunca antes, instalar en todo el mundo una imagen distorsionada de la realidad venezolana, o al menos de las razones de lo que allí ocurre. Un manipulado sentido común que fue impuesto por: a) la gran prensa cartelizada; b) el poder político que comanda la ofensiva, principalmente EEUU y sus gobiernos súbditos; y c) la creciente diáspora venezolana, de amplia mayoría antichavista.
La primera tarea de cualquier diagnóstico que se pretenda honesto pasa entonces por perforar el cerco desinformativo, desmontar el linchamiento mediático y las falsas matrices de la “crisis humanitaria” y “la dictadura”. El otro reparo es evitar caer en el relato negacionista, tendencia repetida en la estrategia comunicacional oficial.
Venezuela se ha convertido, en este siglo, en el centro de gravedad regional, en la ficha estratégica de la disputa continental. Por tener la principal reserva petrolera mundial y por ser escenario del proceso que más se animó a transformar. Pero, ¿qué es lo que realmente está pasando hoy? ¿Cuál es la dimensión real de la crisis? ¿Quiénes son sus responsables y sus objetivos de fondo? ¿Cómo se explica que, aun ante el deterioro de las condiciones de vida, el chavismo siga triunfando en el terreno político? ¿Qué harán los sectores opositores que decidieron abandonar la vía electoral? Si no es por los votos, ¿cómo? ¿Cuál es el rumbo económico que está tomando el gobierno? ¿Cómo se están canalizando las contradicciones y tensiones al interior del proceso? ¿Hasta cuándo el pueblo venezolano podrá aguantar esta guerra no convencional que le montaron?
Sin pretensiones de responder este torbellino de interrogantes, van algunas percepciones -nacidas al calor de conversas, caminatas y escuchas en tierras venezolanas- que intentan aportar pistas al análisis y desafíos de una revolución que está herida pero no acabada.

Dilema 1: el éxito de la “guarimba” económica
“La campaña de presión está funcionando. Las sanciones financieras que hemos impuesto al Gobierno venezolano lo han obligado a comenzar a caer en default (…) Y lo que estamos viendo es un colapso económico total en Venezuela. Entonces nuestra política funciona, nuestra estrategia funciona”(1). El sincericidio de Francisco Palmieri, subsecretario para el Hemisferio Occidental del Departamento de Estado de EEUU, despeja cualquier duda.
Ya ni el propio gobierno norteamericano disimula el plan de desestabilización que hay detrás del bloqueo financiero. Si las políticas de Obama estaban más enfocadas en lo político-simbólico, la administración Trump comandó acciones que afectan de lleno el financiamiento del Estado Venezolano, limitando su capacidad de obtener divisas, recibir pagos y negociar préstamos.
El sabotaje a la economía ha logrado caotizar todos los ámbitos de la vida cotidiana. Así como antes fue el desabastecimiento de productos básicos, hoy el principal flanco de ataque es la hiperinflación inducida, la disparada descontrolada de precios que vuelve casi simbólico cualquier salario formal. La manipulación del dólar paralelo -un dólar fantasioso, disparatado, un dólar político operado desde Cúcuta- es la ficha clave de este boicot económico, que obliga a la población a salir en busca de divisas para poder sobrevivir. El otro drama cotidiano es la escasez de efectivo, apropiado por las mafias que operan en la frontera colombiana. Las consecuencias son graves: éxodo masivo de los trabajos formales y del país en general, complicaciones de salud por la falta de o por los precios de las medicinas, masificación del “rebusque”, la reventa, la usura y el contrabando. Por supuesto que hay experiencias admirables de respuestas colectivas, de producción local, de salidas comunitarias, pero prima la tendencia a la resolución individual. El peligro del “sálvese quien pueda”.
Este golpe por asfixia, este asedio financiero internacional, es una realidad fáctica. Su objetivo es claro: desmoralizar, alimentar el descontento, quebrar el vínculo entre pueblo y gobierno, demostrar que el socialismo es inviable, el desgaste paulatino hasta lograr el colapso económico, social, moral, psicológico. Descomponer la sociedad hasta volver al país invivible para justificar la intervención extranjera.

Ahora bien, ¿son los EEUU y la burguesía importadora los únicos responsables? No. Hay sectores dentro del propio gobierno que forman parte de la trama. Por acción u omisión. Por complicidad o ineficacia. Con mucha lucidez, hace poco Maduro calificó a la corrupción como el principal enemigo del proceso; la detención de los principales responsables del defalco de PDVSA fue una buena señal, aunque pareciera insuficiente ante la magnitud del problema.
Atacar estas debilidades propias y estabilizar la economía -o al menos mostrar un plan claro para hacerlo más allá de la buena jugada de la criptomoneda Petro-, es una necesidad vital para que siga habiendo futuro. Es la madre de todas las batallas. En la guerra económica se juega el destino de la revolución: por ahora se resiste a punta de conciencia, pero a la larga, como decía Napoleón, “un ejército se mueve por su estómago”.

Dilema 2: mantener el gobierno, legitimar el poder político
Hace pocos menos de un año, durante el intento insurreccional opositor, se le contaban las horas al gobierno y se anunciaba la muerte del chavismo. Pero la apuesta de la Asamblea Constituyente logró neutralizar el golpe y reencauzar la disputa al terreno democrático. Mientras el montaje mediático internacional invertía los roles e instalaba la tesis del gobierno represor, el pueblo venezolano -incluso la base social opositora- reprobaba la escalada de violencia callejera, que llegó al salvajismo de quemar personas vivas por parecer chavistas.
Contra todos los pronósticos, el gobierno impuso la paz social y recuperó la iniciativa política. Y con ese empujón, arrasó en octubre en las elecciones a gobernadores y en diciembre en las de alcaldes. La derecha entró en una fase de implosión, rupturas, deslegitimación de sus dirigentes y desconcierto estratégico.
En este escenario se llega a las presidenciales del 20 de mayo, en las que Maduro parece caminar hacia la reelección aunque las miradas también estarán puestas en el porcentaje de votos que obtenga y en el nivel de abstención. Enfrente estará Henri Falcón, quien “saltó la talanquera” y se fue del chavismo para sumarse a la MUD en 2010, cuya candidatura es apoyada por su partido Avanzada Progresista, el MAS y el tradicional democristiano Copei.
Pero la gran incógnita es cuál será la estrategia de la gran mayoría opositora que desistió de participar ante una probable derrota. Se sabe que la toma de sus decisiones es dirigida desde Washington, por lo que el desconocimiento de la realidad venezolana y la incomprensión del proceso bolivariano los llevó a fracasar una y mil veces. ¿Volverán a intentar por la vía insurreccional-paramilitar? ¿Quedará todo en manos del plan de ocupación foránea?

Dilema 3: el peligro de una intervención extranjera
Ante la incapacidad de la oposición local, el frente internacional se convirtió en la carta principal para abortar la experiencia bolivariana. Cada vez de forma más evidente y agresiva, el curso de las acciones contra Venezuela se define fuera de sus fronteras, especialmente al norte del Río Bravo. Entre las múltiples tácticas combinadas, gana peso la idea de una intervención estadounidense de características inciertas, quizá tercerizada, a partir de los ejercicios conjuntos con los ejércitos de Colombia, Brasil y Perú, el mayor despliegue de fuerzas paramilitares, las giras de altos funcionarios de EEUU y la creación del Grupo de Lima que ahora busca excluir a Venezuela.
El desconocimiento de los gobiernos de derecha al próximo mandato de Maduro irá en esa línea. Satanización mediática, bloqueo económico, aislamiento diplomático: un combo de tácticas simultáneas para ganar preparar el terreno y avanzar hacia el asalto final, por la fuerza, con la excusa de la “intervención humanitaria”.
Ana Esther Ceceña, economista mexicana experta en geopolítica, explica: “Es muy importante entender que las guerras son menos bélicas, tiene cada vez más otras características. No se prevé que va a ser de una manera específica, sino de muchas posibles (…) Venezuela es el punto estratégico y mayor desafío que tienen en el continente. Lo están trabajando con políticas de largo, mediano y corto plazo, no solamente porque quieren controlar Venezuela, sino porque quieren controlar el continente” 

Dilema 4: el horizonte estratégico
El chavismo siempre tuvo la madurez de cerrar filas ante cada coyuntura de mayor asecho imperial. Como contrapartida, suelen ser pocos los momentos propicios para poner en primer plano las contradicciones internas, las críticas, los desvíos de rumbo que va tomando la conducción del proceso. Se nota un claro malestar en el chavismo popular por ciertas medidas económicas, la permanencia de la corrupción y el desinterés por la construcción comunal. Parecieran estar ganando la pulseada los sectores reformistas. Un desafío importante será entonces revertir esa correlación de fuerzas internas para retomar el horizonte estratégico planteado por Chávez, resumido en la idea-fuerza de “Comuna o nada”.
El pueblo venezolano está dando una inmensa lección de conciencia política, resistiendo heroicamente una cotidianeidad insoportable y entendiendo que, aun en las peores condiciones, sólo con un gobierno chavista habrá chances de mantener viva la idea de construir el socialismo bolivariano.

lunes, 7 de mayo de 2018

¿Por qué todos somos Venezuela?

 
 Que todos seamos Venezuela no es una “coincidencia” ni es un desplante de voluntarismo coyuntural, es nada menos que la consecuencia lógica de entender el tamaño de los adeudos que, de manera desigual y combinada, todos tenemos con la Patria de Bolívar y de Hugo Chávez. Por sí mima, la solidaridad con el pueblo revolucionario de Venezuela es un recuento histórico que compendia no sólo las herencias del Libertador y no sólo la lucha digna del pueblo en el “caracazo”, sino el salto de calidad en soberanía e independencia que convirtió a Venezuela -junto con Cuba- en baluarte socialista de la América Latina y el Caribe.
Todos somos Venezuela porque es una decisión, individual y colectica, de Unidad histórica anti-imperialista y anti-capitalista, con un pueblo generoso que, en pie de lucha, no deja de ser moral y luces. Todos somos Venezuela porque es una responsabilidad ética y política en un tiempo que, en su fase imperial, las perversiones hegemónicas burguesas decidieron dar un zarpazo sobre los recursos naturales y a borrar de la faz de la tierra todo ejemplo de dignidad, y de justicia social, paridas por los pueblos en lucha.
Pero Todos somos Venezuela principalmente porque queremos y debemos construir, hombro con hombro, una sociedad sin fronteras… una “patria de la humanidad” sin amos, sin clases y sin humillaciones. Queremos y debemos completar las tareas revolucionarias de los pueblos con métodos sensatos y científicos capaces de no detenerse y de mantener dinámicas todas las habilidades críticas y autocríticas. Todos somos Venezuela no sólo para resistir los embates del imperio y lamernos las heridas… Todos somos Venezuela para contribuir a la finalización definitiva del capitalismo y el advenimiento de una sociedad nueva con seres humanos plenos, dueños soberanos de su desarrollo y su felicidad. Vida buena.
Venezuela es vanguardia en esas tareas y por eso es blanco de todos los ataques imaginados e inimaginables. Han sido años de ofensivas golpistas infestadas con calumnias mediáticas, con infiltraciones paramilitares… con episodios terroristas para desestabilizar y derrocar al gobierno revolucionario democráticamente elegido por su pueblo. Han sido años y más años de maltratos, insultos, engaños y ninguneos contra el gobierno revolucionario que, entre miles de victorias, recuperó el petróleo para su pueblo y, con ello, recuperó la dignidad para su historia. Venezuela ha sido blanco de todos los asedios más irracionales e injustos; todas las canalladas más alevosas y obscenas; todas las injusticias más groseras y más inaceptables. Hoy Todos somos Venezuela para defenderla y para construir con ella otro presente y otro futuro.
No se trata de fabricar consignas de barricada ni se trata de un torneo de propaganda a ver quién es más ingenioso. El pueblo de Venezuela, con el liderazgo de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, decidió responder a todas las agresiones con todas las fuerzas del Poder Originario. Venezuela tomó el camino del consenso y de la democracia participativa para enfrentar las maledicencias imperiales y las falacias burguesas. Venezuela optó por la Paz y por la democracia para mostrarnos a todos que otro mundo es posible si se lo sustenta desde las bases. Venezuela no es un país perfecto ni un “cuento de hadas”, todos los problemas del capitalismo recalan en su seno sin piedad y sin reposo, la gran diferencia radica en su voluntad de no ocultarlos y de combatirlos desde sus entrañas. Por eso, también, Todos Somos Venezuela.
Viene una jornada electoral majestuosa y magistral que completa el instrumental político necesario para un salto político de nuevo orden. Viene una experiencia de voluntad política popular que será escuela y fuente nutricia para Venezuela y para la Patria Grande. Viene una jornada histórica nueva para afianzar programas y acciones, en lo objetivo y en lo subjetivo, episodio parido por la lucha desde abajo que asaltará los cielos e impulsará tareas nuevas al lado de las tareas históricas.
No hay lugar para demoras ni para dudas. Hay que arreciar la crítica y la autocrítica con lealtad y con compromiso sin regateos. Es necesario que Venezuela sepa que cuenta con nosotros. Es urgente que estemos a la altura del pueblo revolucionario, nos va la vida, lo que pasé ahí repercutirá en la región, sin atenuantes…por eso, también, Todos Somos Venezuela.

miércoles, 2 de mayo de 2018

Se está buscando acelerar el proceso de la intervención humanitaria en Venezuela

 
El grotesco e inútil bombardeo ejecutado sobre Siria por Estados Unidos, Francia y el Reino Unido durante la madrugada del pasado sábado 14 de abril, sin aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU, lo que a priori lo define como ilegal por violatorio de la carta fundacional de la organización, parece haber llenado de euforia a la contrarrevolución venezolana, especialmente a aquella que “lucha a brazo partido” desde la comodidad de un teclado, aquí o desde Estados Unidos España, Colombia o cualquier otro lugar del planeta, a la que se le hace agua la boca y se frota las manos pensando que algo similar pudiese ocurrir con Venezuela.
Sostenemos que el bombardeo ejecutado por la coalición de los tres miembros de la OTAN, que son a su vez miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, fue una acción grotesca, con base en los siguientes hechos:

  • Como si fuese una gran hazaña bélica, el bombardeo fue anunciado por la Casa Blanca, con bombos y platillos, días antes de ser ejecutado aunque como es su costumbre, posteriormente lo negaran; y es que el propio emperador Trump, convencido de la derrota que experimentaría en la VIII Cumbre de las Américas en el caso de solicitar el apoyo para una intervención militar en Venezuela, optó por no ir a tal evento alegando que tenía que quedarse en casa para “supervisar” los bombardeos (1).
  • A menos de 24 horas de ejecutarlo, James “perro rabioso” Mattis, el propio jefe del Pentágono dijo ante el senado norteamericanos que ellos no tenían ningún indicio de que el supuesto ataque con armas químicas que se pretendía castigar, hubiese sido perpetrado por las fuerzas de Al Assad (2), mientras los reyezuelos de las otras dos potencias agresoras, Theresa May y Emmanuel Macron, que si decían tener pruebas, se desvivían por mostrarlas aunque nunca lo hicieron.
  • La infame acción fue perpetrada mientras existían serias dudas expresadas por la cancillería rusa (3) de que el supuesto ataque químico de Duma hubiese sido perpetrado por las fuerzas de Al Assad o que simplemente éste hubiese ocurrido y no fuese un montaje como posteriormente se demostró que lo era, por medio de varios videos grabados por supuestas víctimas del hecho (4).
  • El alevoso ataque fue perpetrado antes de que inspectores de la OPAQ (Organización para la prohibición de Armas Químicas) asignados por la ONU para investigar el caso comenzaran su trabajo (3); siendo oportuno señalar que después de efectuada la investigación no encontraron ninguna muestra que les indicara la presencia de las supuestas armas químicas, ni mucho menos las declaraciones de las supuestas víctimas, poniendo en evidencia a los mandatarios de EE.UU., Inglaterra y Francia como los auténticos canallas que son.
  • El ominoso bombardeo que simplemente pasará a la historia como un “falso positivo” más, del mismo corte que la falsa denuncia de la presencia de armas de destrucción masiva en manos de Sadam Hussein, que sirviese de pretexto para destruir a Irak, sólo se salvó de ser rechazado en el Consejo de Seguridad de la ONU por proposición de Rusia, debido a la infausta presencia como miembros temporales de dos sumisos miembros de la OTAN (Polonia y Países Bajos) y uno que está pujando por serlo (Suecia) así como de dos de los países más cipayos del planeta (Perú y Kuwait), que sumados a los votos de los tres miembros permanentes involucrados, hicieron posible obtener la mínima votación requerida de ocho votos.

Nos atrevemos a decir que fue un bombardeo totalmente inútil desde el punto de vista de los objetivos que sus autores le asignaron, por las siguientes razones:
  • Por haber sido exitosamente repelido por el heroico ejército sirio, que logró derribar 71 de los 103 misiles disparados por la alianza atlántica (3), y ello sin contar con sistemas de armas modernos como los S-300 de los que dispone nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), pues es ahora cuando Rusia ha hablado de la posibilidad de suministrárselos.
  • Por no haber quebrantado en lo más más mínimo la férrea voluntad de resistir del heroico pueblo sirio, que cuando dejaron de caer los misiles salió jubiloso a las calles a testimoniar que seguía en pie de lucha, apoyando irrestrictamente al gobierno revolucionario.
  • Porque en el mejor de los casos, con tanto riesgo como el que corrieron, de precipitar al mundo en una atroz y terminal conflagración mundial, sólo alcanzaron a darle un respiro momentáneo a sus mercenarios, que a no dudarse pronto habrán de ser desalojados totalmente del territorio sirio.
Decimos que la contrarrevolución está buscando acelerar una intervención militar “humanitaria” en nuestro país, similar a la de Siria, a causa del tratamiento absolutamente apologético que han dado a dicho bombardeo: www.venepress.com, www.prodavinci.com, www.runrún.es y www.panampost.com, que son sin duda alguna sus portales web más “exquisitos”.
Una constante que se observa en todos ellos es que han dejado de lado el asqueroso eufemismo según el cual la “intervención humanitaria” del imperio como la que ellos llevan años solicitando, habría de ser un generoso reparto de alimentos y medicinas, casi en medio de unos coloridos juegos florales, para pasar a justificarla como lo que realmente es: una intervención militar con todos los hierros.
Es así que el portal panampost.com publica una entrevista con el abogado internacionalista Mariano de Alba (5), quien como un novísimo descubridor del agua tibia dice que aunque dicho ataque no ha sido legal, ya que para serlo ha debido ser aprobado previamente por el Consejo de Seguridad o ser un caso de legítima defensa, según su criterio fue sin embargo una acción “moralmente correcta”. ¡Asombra verdaderamente, ver tanta “sapiencia jurídica” desbordada!


Finalmente, este “genio” de la juridicidad internacional remata diciendo que efectivamente una intervención humanitaria en Venezuela podría tratarse también de una acción “moralmente correcta”; para seguidamente lanzar esta perla: “Lo que por el momento priva a Estados Unidos, es un tema presupuestario y que no quiere enfrentarse con el resto de los gobiernos de la región, que no están de acuerdo con ninguna intervención en Venezuela”.
El portal venepress.com pretende llegar mucho más lejos y es uno de sus más conspicuos articulistas, quien de la mano de Michael Walzer, el filósofo y profesor de Harvard, reputado “justificador teórico” de las intervenciones militares gringas, inicia un artículo diciendo lo siguiente: “Una intervención humanitaria es una intervención militar que se justifica por sus propósitos o intenciones humanitarias. A diferencia de la ayudas humanitarias que son solicitadas por gobiernos que cooperan con todos los recursos disponibles para su distribución, las intervenciones son ejecutadas contra la voluntad de los gobiernos quienes usan todas las fuerzas a su alcance para impedirlas” (6). Para proseguir con un farragoso discurso que convenientemente deja de lado a Walzer cuando éste plantea cosas como que una intervención moralmente justificada requiere de “La ausencia de intereses personales por parte del Estado que va a encabezar la intervención, así como de cualquier otro que pretenda unirse y participar en ella”; así como que “El objetivo de una injerencia no es, por tanto, apoyar las aspiraciones de una comunidad que pretende emanciparse, ni contrarrestar una intervención previa dentro de un conflicto, sino detener un comportamiento que conmueve la conciencia de la humanidad: fundamentalmente supuestos de masacre o esclavitud” (7). Requisitos ambos que jamás podrían ser cumplidos por una intervención gringa en Venezuela cuyo evidente propósito sería apoderarse de nuestros hidrocarburos y demás recursos minerales de carácter estratégico, así como llevar al poder a los nacionales vendepatria capaces de garantizarles semejante despojo.

Coincidiendo con estos representantes de la contrarrevolución, que ahora escriben liberados de todo tapujo, debo reiterar que los gringos no nos han invadido todavía porque no teniendo el valor necesario para hacerlo solos, no han conseguido apoyo ni siquiera entre los gobiernos más incondicionales del tristemente célebre “Grupo de Lima” y que la invasión habrá de tomar la forma de una “intervención humanitaria”.
El primero de los supuestos ha recibido una nueva y siempre útil comprobación en lo confiado por Evo Morales a Walter Martínez en una vibrante entrevista para el programa “Dossier” (8) del pasado 17 de abril, en relación a que en la reciente Cumbre de las Américas se le acercó un presidente latinoamericano, acompañado de otro, para decirle que Trump había solicitado a cuatro presidentes latinoamericanos que intervinieran militarmente en Venezuela, en septiembre pasado, días después de que en agosto nos amenazase con una intervención militar. El segundo de los supuestos deriva de que sería ésta la única forma de intentar cualquier tipo de justificaciones ante el Consejo de Seguridad de la ONU.

Sin entrar a analizar el hecho de que la negativa de los gobiernos latinoamericanos compelidos a acompañar a los gringos en esta aventura pueda ser un hecho inmutable en el tiempo, debo decir que existe un gobierno que aparte de quejarse lastimeramente como es su costumbre cuando es pillado en falta, no está en posición de negarle absolutamente nada a los gringos, cual es el gobierno burgués colombiano. Por ello es que debo reiterar por enésima vez que la intervención militar del imperio habrá de iniciarse por la frontera colombiana.
El hecho de que Colombia deba ir a elecciones en el próximo mes de mayo, que a juicio nuestro lamentablemente habrán de decidirse a favor de la ultraderecha en una primera vuelta, nos otorga una especie de moratoria de la invasión hasta que el nuevo gobierno se instale.
Sin embargo, responsablemente considero necesario alertar sobre las posibles implicaciones de la participación de la fuerza aérea colombiana conjuntamente con la estadounidense, entre el 13 de julio y el 03 de agosto, en el ejercicio aéreo “Red Flag” 2018 (Bandera Roja), que es un ejercicio avanzado de entrenamiento de combate aéreo que se lleva a cabo en la Base Aérea de Nellis (Nevada) y en la Base de Eielson (Alaska), que a decir de la página militar colombiana http://www.webinfomil.com, este año contempla una simulación de combate global contra las fuerzas de una gran potencia (Rusia, China o Irán), en un hipotético teatro de operaciones en el cual no esté disponible la señal de GPS (9). Porque es que la guerra avisada también mata soldados.