Doctor en Filosofía. Fernando Buen Abad Domínguez
Una
vez más, ellos anuncian su desesperación organizando ofensivas
nazi-fascistas culteranas. Se dicen “demócratas” y agitan sus banderas
conspirativas para fundamentar, con eufemismos a granel, los golpes de
estado que sus jefes les encargan. Los apoya la oligarquía mediática, la
santa iglesia, los usureros bancarios, los industriales depredadores y
no pocos terratenientes traficantes de armas. La ilustración neoliberal
quiere dar cátedra de canalladas golpistas.
Presentan libros, dictan conferencias, asesoran a delincuentes,
cobran dividendos y se aplauden entre ellos. Son la mano armada, con
sofismas y demagogia, encargada de maquillar las monstruosidades del
capitalismo. Cobran con su mano “fina” las canonjías cultas y las
propinas de vanidad mediática que su patrón les maicea. Y
después... se premian entre sí, se citan mutuamente en sus tratados y se
erigen monumentos de jactancias sin pudor. Vividores culteranos
incubados en la ignorancia de los jefes que pagan para esconder su
idiotez. (La de todos ellos).
¿Tiene sentido seguir denunciándolos? ¿Hay alguien que no sepa el
calibre obsceno de los lebreles intelectuales cultivados para la lisonja
docta? ¿Hay alguien que se trague sus cuentos? Si. Ellos mismos y sus
congéneres. Y por eso los denunciamos. No por intelectuales, no por ser
de derecha, no por reaccionarios, no por sus limitaciones ideológicas.
No sólo, por eso, pues. Si especialmente por su mansedumbre mercantil
ante los criminales que saquean, explotan y asesinan a los trabajadores
que de verdad trabajan y producen la riqueza. Si por su complicidad
sabihonda y cínica, su coautoría demagógica con represores, golpistas y
saqueadores. Si los denunciamos por su impudicia y sus petulancias
letradas, puestas al servicio de poderes que financian ideólogos para
hundir a los pueblos en la ignorancia, la hambruna y la tristeza. Los
denunciamos por serviles, por asociación criminal y por desvergüenza...
entre otras monerías burguesas. Los denunciamos, se reúnan donde se
reúnan.
La batalla de las ideas, la guerra simbólica y la lucha contra la alineación
Al
otro lado de ese reino de estulticia “culta”, en oposición y en combate
histórico, la clase trabajadora sabe, bien que sabe, de qué serán
capaces los lacayos con grados -y posgrados- fanfarrones y lambiscones
en simultáneo. Sabe esa clase que sabe mucho, que se debe estar atento,
en guardia teórica y metodológica, atentos a la cantidad y a la calidad
de las agresiones burguesas, con un ojo al gato y otro al garabato. Sabe
que esto es una guerra, incluso de “cuarta generación”, en la que no
hay punto de reposo ni en la lucha emancipadora de la conciencia ni en
la tarea de construir lenguajes y herramientas filosóficas nuevas. Es
decir socialistas. No hay descanso ni en la sintaxis ni en la síntesis,
ni en la escuela ni en la cama, ni en la panza ni en el espíritu.
Ese saber de la clase trabajadora ya deja sentir sus resultado s más
fortalecedores, por ejemplo: ya se sabe que, por cultos que se presuman
los lacayos intelectuales del dinero, su payasada conceptual tiene por
finalidad aplicar golpizas intelectuales (y no sólo) al quien se atreva a
razonar la explotación y oponerse a ella. Ya se sabe que la servidumbre
de los académicos -que se bajan los pantalones frente al jefe- tiene
por meta sacrosanta la supresión de la libertad intelectual para los
pueblos y la eternización del capitalismo trasvertido de “humanista”, de
“culto”, de “científico”, de “culto”. Ya se sabe que en su infinita
lambisconería los intelectuales burgueses harán hasta lo imposible por
ganarse palmaditas del patrón en sus cabezas “geniales”. Son mercenarios
que ofertan charlatanería útil para secuestrar conceptos como
“democracia”, “libertad”, “justicia”... cómo les encantan estos
términos... cómo gozan tergiversándolos, cómo se esmeran en
arrebatárselos a la historia, a la lucha de clases y a los triunfos de
los pueblos para ofrecerlos, en la bandeja de plata de su estupidez, a
sus amos.
Hoy está clara la nausea generalizada que provocan los discursos y
las alianzas delincuenciales de los sabihondos mercantilizados. Su
distancia galáctica de las bases sociales, su patanería academicista, su
verborrea snob y su “buen vivir” parasitario, son sellos de clase
indelebles en una lucha revolucionaria hacia el socialismo que ya
identifica con claridad la clase de metralla que soltarán en cada sitio
donde se encuentran.
Es fácil rastrear los orígenes y peripecias que cada uno de estos señoritos y señorones de
la servidumbre intelectual ha debido cumplir para hacerse “notables”
entre la inmundicia burguesa. Unos herederos directos, otros trepadores
burócratas, algunos mezcla de todo... ninguno luchador social entre las
bases, ninguno trabajador de la cultura en combate por la emancipación
de la conciencia, de la panza, del estado del ánimo... ninguno crítico
verdadero de la monstruosidad capitalista y neoliberal, ninguno, en fin,
vinculado con las luchas justas de los pueblos. Todo lo contrario. De
cada uno en la lista de los intelectuales serviles es posible
cuantificar repertorios nutridos de canalladas, traiciones, componendas y
negociados para calumniar, perseguir, reprimir y criminalizar toda
lucha social, toda fuerza liberadora, todo proyecto de sociedad sin amos
y sin esclavos.
Hay que ver el calibre inmundo de las estupideces que “teorizan”. El
jefe de Krause, Octavio Paz, santon de todos los payasos inetelectuales
neoliberales, sólo como ejemplo, rezaba a los cuatro vientos, sin pudor
alguno, arrodillado ante su dios Salinas de Gortari, artífice también
del TLC: “ El mercado libre es el sistema mejor -tal vez el único-
para asegurar el desarrollo económico de las sociedades y el bienestar
de las mayorías. Así como las libertades políticas, en regímenes
democráticos, implican el respeto a los derechos de las minorías y de
los individuos, el libre juego de las fuerzas económicas –liberado de la
voluntad arbitraria del Estado tanto como de los monopolios privados-
de be estar regido por la ley y por la sociedad misma, es decir, por los
productores, los intermediarios y los consumidores. El mercado no puede
ser un simple y ciego mecanismo sino que es el resultado de un acuerdo
colectivo... ” [1] Palabras de Octavio Paz pronunciadas en: “El siglo XX: La experiencia de la libertad”. [2]
Hoy, semejante idiotez probó, además de su condición de ideología
rastrera, cuál sería el rumbo, el desempeño y las tareas de todos lo s
discípulos y los discipulitos que hoy andan, por todo el mundo,
exhibiendo sus mansedumbres y sus canalladas al servicio de golpes de
estado nuevos... en todos los sentidos. Aquí estaremos para denunciarlos
e impedírselos, al lado de los pueblos dignos, como en Venezuela, como
en Cuba, como en Bolivia, como en Ecuador... como en cualquier lugar
donde florece el socialismo desde abajo.
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