El discurso es coherente con la conducta política de la oposición
Sin
duda fue un discurso mediocre, muy mal expresado y comunicado. Quizás
sea el peor discurso que un candidato a la Presidencia de la República
haya presentado en el momento de oficializar su candidatura.
Con
la mala suerte para él, que exactamente al día siguiente el Presidente
Chávez, uno de los mejores oradores que haya dado Venezuela (país de
buenos oradores), pronunció una pieza oratoria magistral. Plena de
contenido, referencias históricas, anécdotas, imágenes literarias, buen
estilo, humor, entusiasmo, emotividad, compromiso patriótico, liderazgo y
sentido pedagógico.
No presentó Capriles un programa, pero eso
era de esperarse. La oposición venezolana no lo necesita. Su programa
está previamente elaborado y los medios de información opositores se
encargan de remacharlo todos los días reforzando el egoísmo, el
individualismo, el culto a la propiedad privada, el éxito fundado en la
acumulación de bienes materiales, el anticomunismo, el antifidelismo, el
rechazo a la solidaridad internacional, al comercio justo, a la
cooperación solidaria, etc. Desarrollando y reforzando un imaginario
colectivo forjado en las reglas del mercado capitalista. En fin,
estimulando el antichavismo, que es el aspecto que más los cohesiona.
Es
más, si se analiza la campaña política que han realizado, se observará
claramente que ha estado orientada a encubrir sus verdaderas creencias y
posiciones programáticas. Omiten defender el capitalismo, su estrategia
neoliberal privatizadora, sus vínculos transnacionales, etc.
Han
tratado de reforzar y cosechar prejuicios y sentimientos que ellos han
sembrado en el electorado que los sigue y en sectores de la población
que puedan estar confundidos. Aprovechar la fuerza de la tradición y la
costumbre heredada por siglos de dominación del capital, ha sido su
práctica.
Durante estos trece años ellos siempre han mantenido una
actitud hipócrita, de doble cara con total ausencia de transparencia y
cero sentido autocrítico. El golpe de Estado de abril de 2002 no fue
tal, fue un vacío de poder, pues el Presidente Chávez supuestamente
renunció por petición del alto mando militar. Pero en cualquier lugar
del mundo, donde un presidente renuncie por petición del alto mando
militar, es un golpe de Estado. Pero no, por obra de manipulaciones
leguleyas, caradurismo e hipocresía, lo que hubo fue un vacío de poder.
Luego,
todos firmaron el decreto Carmona, pero ellos sólo estaban de visita en
Miraflores o se habían ido antes, en fin, ninguno participó en el golpe
de Estado. De la misma manera, Capriles no violó la inmunidad de la
embajada de Cuba, no detuvo violenta e ilegalmente (junto con Leopoldo
López) al ministro Rodríguez Chacín y así por el estilo.
¿Un discurso carente de contenido?
chayota |
Sí,
desde el punto de vista programático por supuesto. Esto lo acabamos de
explicar, pero sí hay un contenido desde el punto de vista de repetir
lugares comunes que vienen siendo el eje de la campaña oposicionista. No
se puede pensar que el equipo de asesores de Capriles no preparó ese
discurso y le imprimió un determinado contenido y un estilo. Lo que pasa
es que a juzgar por los resultados, parece que Capriles fue muy mal
ejecutor de las instrucciones que recibió. No es un líder popular, no es
un orador brillante, no tiene solidez intelectual, carece de ingenio y
no tiene el don de la palabra. Parece muy inculto y eso no lo resuelve
un comando de campaña de un día para otro.
Sus asesores le han
hecho daño. Seguramente porque algunos son estadounidenses y no conocen
bien nuestro país. Por ejemplo, lo han puesto a imitar a Chávez. Esa es
una misión imposible. Entonces lo ponen en una posición tragicómica con
unos inesperados alaridos de “¡Cómo te quiero Venezuela” “¡Viva
Venezuela!” “¡Mi vida es el pueblo!” Lo mismo pasa con referencias
religiosas como “El tiempo de Dios es Perfecto,” “Dios los bendiga a
todos,” “Después de Dios Están Uds.” y el “Amén” final. La gente no
puede ser lo que no es. Mejor hubieran contratado a Emilio Lovera.
Esos
deslucimientos afectaron el uso de los lugares comunes con los que
Capriles ha tratado de encantar al electorado opositor. El autobús del
progreso, el compromiso con el futuro, la unión de todos los
venezolanos, el rechazo a la violencia y la culpabilización de Chávez y
del chavismo como responsables de la violencia, la promesa de unir a
chavistas y escuálidos, la conquista de una especie de reino de la
armonía donde predomine la paz como base para la construcción de un gran
país. Están obligados a mantenerse en esas generalidades, pues las
concreciones originan preguntas, que por el tipo de campaña que han
diseñado, no están dispuestos a responder.
Estos lugares comunes
son lo suficientemente generales como para captar los sentimientos de
frustración de las capas medias y otros sectores populares, que se ven
afectados por la inseguridad, la inflación, la violencia. Esa ha sido la
apuesta de la oposición y Capriles fue coherente con dicha apuesta.
Llama
la atención la falta de referencia a la economía, a la pobreza y otros
temas a los que han tratado de sacarle provecho político y electoral
¿Fue un olvido de Capriles debido a la presión generada por la
naturaleza del acto? Puede ser. Pero también puede tener otro origen.
La convicción de la derrota y la huida hacia la desestabilización
En
la oposición puede estar haciendo mella la convicción de que a estas
alturas, hagan lo que hagan, van a ser derrotados electoralmente y por
tanto, se van comprometiendo más con el escenario de la
desestabilización y el desconocimiento de los resultados electorales.
En
el discurso está recalcada la culpabilización de Chávez y el chavismo,
como responsables del odio, la violencia, las peleas, y muy acentuada la
afirmación de que Capriles es garantía de la paz. Entonces, deberíamos
prepararnos para la acentuación en Venezuela de los secuestros, el
sicariato, los enfrentamientos entre pandillas, la multiplicación de las
muertes violentas, del tráfico y microtráfico de drogas, etc. También
veremos el crecimiento de la infiltración de paramilitares y de las
acciones violentas promovidas por estos. De la misma manera puede
multiplicarse el sabotaje a los servicios públicos y las deficiencias de
estos por real o aparente ineficacia. Los apagones, los cortes en el
servicio de agua, los problemas en las comunicaciones (en la telefonía
fija y en la telefonía celular), los desórdenes en el tránsito, incluido
el metro y en general en el servicio de transporte, etc.
Se trata
de multiplicar un deterioro acelerado de la vida cotidiana de la
población para tratar de impedir, que la aceptación que tiene el
Presidente Chávez, que linda por el 70% se transforme en intención de
voto, que hasta ahora linda entre el 55% y el 60%, para impedir que el
triunfo de Chávez tenga la contundencia necesaria, es decir, que se
llegue o se acerque a los diez millones de votos, lo que podría
facilitar el grito de ¡Fraude! y el desconocimiento de los resultados
electorales.
Puede ser que el discurso de Capriles esté más lleno
de contenidos y mensajes de lo que al principio podamos suponer. Llama
la atención su reiterada insistencia en la no violencia, a la paz, a la
armonía, a la unión de todos los venezolanos, la condena a la
polarización y la culpabilización de Chávez y el Chavismo de la
violencia, de la división… Por detrás está implícita la denuncia de las
“hordas” chavistas y de Chávez como jefe de grupos violentos, que yace
muy viva en el imaginario opositor.
Este ha sido un argumento
permanente de la oposición. Sin embargo, debemos registrar los momentos
en los que han renunciado a planteamientos programáticos explícitos y se
han concentrado en señalamientos como los contenidos en el discurso de
Capriles. En el pasado la reiterada denuncia de la violencia ha tenido
como finalidad crear un clima propicio para estallidos violentos con el
disimulo del que tira la piedra y esconde la mano. Ellos han propiciado
la violencia, por la supuesta amenaza, siempre presente de las “hordas”
chavistas o del “dictador” Chávez que en cualquier momento nos va a
exterminar a todos. Una psique enferma como es la de los sectores
radicales de la oposición, reacciona no sólo preparándose para la
violencia, sino justificando los golpes “preventivos”. En el fondo es la
psicología del sionismo y del “bushismo”. Es la política de convertir
el terror y el miedo en instrumento de cohesión social y de movilización
política. Recordemos el plan y el desarrollo del golpe de abril de
2002.
El capital financiero, el sionismo y la destrucción de los Estados soberanos
He
abordado este tema en otros artículos. Ahora sólo ratificaré algunos
aspectos relevantes. El modo de existir del capital financiero es la
guerra. En el mundo se desenvuelve una guerra global y permanente, que
entre otros propósitos tiene la destrucción de los Estados soberanos, en
particular, aquellos que desarrollan transformaciones antiimperialistas
y de integración de los Estados soberanos, para construir otros
espacios de poder, otros proyectos de vida que desafían la globalización
neoliberal derrotando en los hechos el “pensamiento único”.
La
finalidad de las fuerzas imperiales, entre otras, es construir dos
mundos: un mundo, el mundo de las poblaciones ricas del Norte y una
periferia empobrecida, caótica, plena de violencia y muy rica en
recursos naturales y biodiversidad, que el Norte desarrollado espera
controlar.
Libia fue destruida como nación, como Estado soberano.
Se está tratando de destruir Siria y en la lista están Irán y los países
de la Alba. Desde esta perspectiva, el triunfo de Chávez difícilmente
puede ser aceptado.
El sionismo ha colocado sus cartas sobre la
mesa. Capriles es una de ellas. A sabiendas de sus limitaciones, fue
escogido como candidato a Presidente. Lo importante es su obediencia. Su
inevitable derrota tampoco será fácilmente aceptada. El Mossad tiene
sus propios planes, el uribismo y las fuerzas imperiales, que ya nos han
invadido, tienen otras opciones.
La inteligencia social, la
movilización y la organización del poder popular más la unidad
cívico-militar, son parte de nuestro plan de defensa. De esto hablaremos
más tarde.
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