Ya he mencionado en artículos anteriores que no parece casual que las
mismas fuentes que justifican las agresiones israelíes contra el Pueblo
Palestino, la intervención de la OTAN en Libia y el golpe de Estado en
Ucrania, o que promueven la guerra en Siria, son las mismas que impulsan
la campaña contra el Gobierno venezolano. Como tampoco parece casual
que Irak, Palestina, Libia, Ucrania, Siria y Venezuela tengan gran
importancia geoestratégica, por diversas razones, entre ellas por la
posesión de las reservas de petróleo más grande del mundo, como es el
caso de este último país.
La cobertura de la mayoría de los
grandes medios sobre los recientes acontecimientos en Venezuela y su
instrumentalización partidista en España me han llevado a indagar más
sobre los que está ocurriendo en esta nación de América del Sur. Fuera
de las críticas que se pueden hacer desde la izquierda a la situación
venezolana actual, quiero destacar aquí el uso de la mentira como
herramienta de guerra.
Sobre
Venezuela se ha hecho una campaña impresionante, a través no sólo de la
efervescente prensa de ese país, sino de las grandes corporaciones
mediáticas internacionales. En definitiva, los que establecen la agenda
informativa del mundo. Así se ha convertido a un gobierno que llama a
una Asamblea Nacional Constituyente y que tendrá al menos dos procesos
electorales de aquí a que termine el año (incluyendo elecciones de
gobernadores, gobernadoras y asambleas legislativas) en dictatorial; a
quienes incitan y/o realizan acciones de violencia terrorista en
víctimas o héroes; a sus víctimas en "farsantes"; y al Gobierno, las
instituciones y los cuerpos de seguridad que intenta salvaguardar la paz
social en represores.
No estoy justificando excesos e
irregularidades que se han cometido en los hechos recientes por
funcionarios de los cuerpos de seguridad, que deben ser investigados,
llevados a la justicia y castigados con todo el peso de la Ley. De las
lamentables 62 muertes reportadas, en el marco de las protestas
violentas promovidas por la oposición desde el 3 de abril y hasta el 23
de mayo, al menos en seis casos los presuntos responsables fueron
agentes de seguridad, (los medios hablan de dos casos más, por cierto,
pero las investigaciones las vinculan a agentes –ya detenidos– que no
estaban asignados a labores de control de las manifestaciones y actuaron
de motu propio). Por estos hechos ya hay 23 funcionarios detenidos y/o solicitados por la justicia.
La
manipulación no ha tenido límites ni para respetar a los muertos y el
dolor de sus familiares. Según los dueños de la información, "todos
serían muertos de Maduro, luchadores por la democracia". Pero los datos
muestran otra cosa: al menos 14 personas han muerto en los saqueos
promovidos por los sectores opositores, ocho intentando pasar o al
chocar con barricadas hechas por estos sectores, tres por disparos de
bandas criminales presuntamente vinculadas a la oposición, 15
transitaban cerca de alguna manifestación pero no participaban en ella
(llama la atención el caso de una señora de nombre Amelina Carrillo
quien fue asesinada cuando alguien lanzaba botellas a una manifestación
chavista y le impactó en la cabeza "por error"). Al menos 27 eran
simpatizantes del chavismo. Sobre las demás víctimas no ha sido
difundida suficiente información de las investigaciones en curso.
Un
caso especialmente tergiversado fue el de un joven violinista de nombre
Armando Cañizales, que la oposición venezolana proyectó con mucha
fuerza como "un muerto de la dictadura", para presionar por un
pronunciamiento del afamado director del Sistema Nacional de Orquestas
Juveniles e Infantiles de Venezuela –programa igualitario que permite a
decenas de miles de jóvenes de barrios pobres aprender a tocar la música
clásica y que ha sido impulsado con fuerza por los Gobiernos de Chávez y
Maduro–.
Pero en el curso de las investigaciones se supo que el
joven no había sido asesinado por una bomba lacrimógena como se difundió
ampliamente, sino con una pequeña esfera metálica cromada de ocho
milímetros de diámetro que el forense encontró incrustada en el cuello
del violinista, por lo que la responsabilidad recae sobre los sectores
opositores armados. El Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y
Criminalísticas (CIPC) descubrió seis rolineras (rodamientos) iguales en
el lugar de las manifestaciones aquel día, relata el periodista
británico Andy Robinson. Este reportero ha escrito varios reportajes
señalando la guerra de información y desinformación sobre lo que está
pasando en Venezuela. Recomiendo leer su artículo ' ¿Quién mata a quién en la guarimba contra el chavismo?'.
Pero
la manipulación continúa, utilizando incluso a altos funcionarios para
intentar "legitimar" la desinformación. Así, hasta la fiscal general
sale a la contienda política posicionándose en contra de la Convocatoria
a la Asamblea General Constituyente, a pesar de que el artículo 348 de
la Constitución venezolana dice claramente: "La iniciativa de
convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente podrán tomarla el
Presidente o Presidenta de la República en Consejo de Ministros; la
Asamblea Nacional, mediante acuerdo de las dos terceras partes de sus
integrantes; los Concejos Municipales en cabildo, mediante el voto de
las dos terceras partes de los mismos; o el quince por ciento de los
electores inscritos y electoras inscritas en el Registro Civil y
Electoral". O, más recientemente, en una extraña rueda de prensa
contradiciendo los propios informes del Ministerio Público sobre lo que
ha venido ocurriendo y dando conclusiones sobre algunas de las
investigaciones que sólo corresponde a los tribunales determinar.
Extraña dictadura esta en la que la fiscal general de la República hace
de portavoz de la oposición.
Todo vale para promover y justificar
el odio, la violencia, el terrorismo y la guerra misma. Ningún demócrata
y menos de izquierda puede permanecer impávido o ponerse de perfil ante
lo que está ocurriendo en Venezuela. Hay que denunciar la mentira, sus
objetivos y quiénes la promueven. La violencia instigada por la
oposición venezolana, con apoyo internacional, incluye acciones
terroristas como colocar hilos de alambre galvanizado en las calles para
que quienes circulan en motos caigan degollados, quemar centros de
acopio o distribución de alimentos o hasta quemar vivo y apuñalar a alguien por ser presuntamente chavista.
¿Cuánto más terror tiene que producirse para que reaccionemos y
exijamos que cese la mentira y el apoyo internacional a los sectores
violentos de la oposición venezolana?
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